Luz y Vida – julio y agosto 2022
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M. José Sánchez Santamaría Todo muere y resucita, una y otra vez…
El domingo 26 de febrero por la noche llegó a Filadelfia un corredor procedente de Betania con un mensaje de Marta y María que decía: «Señor, aquel a quien amas está muy enfermo». Jesús recibió el mensaje al final de la reunión vespertina, justo cuando se despedía de los apóstoles para pasar la noche. Al principio Jesús no dijo nada. Hubo uno de esos extraños intervalos en los que parecía estar en comunicación con algo fuera de él y más allá. Luego levantó los ojos y dijo al mensajero de forma que pudieran oírle los apóstoles: «Esta enfermedad no es para la muerte, será sin duda para glorificar a Dios y exaltar al Hijo». 167:4.1 (1836.6)
El Maestro siguió en silencio a las dos hermanas afligidas y lloró. Los judíos amigos que los seguían vieron sus lágrimas, y uno de ellos dijo: «Mirad cómo lo amaba. ¿No podía este que abrió los ojos del ciego haber impedido que este hombre muriera?». Para entonces estaban ya ante la tumba familiar, una pequeña cueva natural o declive en un saliente de roca de unos diez metros de altura en el extremo más alejado del jardín. 168:1.1 (1843.7)
En esta historia de la resurrección de Lázaro hay un curioso contraste en el que sus comentaristas no han insistido lo suficiente: el de Jesús, que ante la noticia de la enfermedad de su gran amigo Lázaro da la impresión de permanecer impasible (hasta el punto de dilatar su visita un par de días), y el del otro Jesús que, por contra, se echa a llorar hasta el sollozo cuando es informado de su defunción. Conmueve este Jesús que se deshace en lágrimas y sorprende, por el contrario, ese otro Jesús que se mantiene entero, casi indiferente, ante una noticia tan grave.
¿Qué podría significar esto?
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Esquema sobre fuerza, potencia y energía basado en el documento 42 (Santiago Rodríguez)
En este esquema se nos muestra el ciclo de la materia en sus distintas manifestaciones, partiendo de las definiciones de energía, fuerza y poder que nos ofrecen los reveladores, y de acuerdo con lo que se dice en el documento 42 de El libro de Urantia (La energía: la mente y la materia) e indicando el camino de ida y vuelta al Paraíso.
El Jardín del Edén (Halbert Katzen)
Este artículo trata sobre la ubicación del primer Jardín del Edén. En palabras del autor: «Cuando se publicó en 1955, el mapeo de sonar aún no había proporcionado imágenes suficientemente detalladas del fondo marino del Mediterráneo oriental como para considerar los méritos de las afirmaciones de El libro de Urantia. Hoy, las imágenes del fondo marino del Mediterráneo, creadas con el uso de tecnología avanzada de sonar que se desarrolló más de treinta años después de la publicación de El libro de Urantia, revelan correlaciones con todas las declaraciones de El libro de Urantia sobre la forma, la ubicación y el destino del Jardín del Edén.»
José, el padre terrestre de Jesús (Javier Martínez)
En palabras del autor, en esta presentación se propone «apagar la potente luz de Jesús y focalizar la luz que emite José». Para ello, considera los aspectos religiosos y sociales de la época de José, sus ancestros y su familia, cómo se desarrolló su vida y cuáles eran sus creencias, para ofrecer finalmente sus conclusiones y reflexiones finales acerca de la figura paterna que tuvo nuestro Hijo Creador mientras vivió en la Tierra como Jesús de Nazaret.
Sé tú el libro (Michael Painter)
En este trabajo, su autor trata sobre la necesidad de vivir las enseñanzas de El libro de Urantia, más que centrarnos en un enfoque puramente intelectual. En primer lugar, se pregunta: «¿por qué nuestra vía de acceso para conocer a Dios está tan dominada por nuestra comprensión intelectual de Dios? Nos hemos auto-limitados a leer la Biblia, El libro de Urantia y otros libros “sagrados”, a escuchar sermones y oradores, a ir a clases o asistir a seminarios, a ir a conferencias y retiros, y a participar en grupos de discusión –todas actividades intelectuales». Pero, como ya podemos imaginar, no es el camino del intelecto el que debemos seguir para progresar espiritualmente, sino el de la experiencia de primera mano.
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RELATO PERIODÍSTICO DE LA VIDA Y ENSEÑANZAS DE JESÚS SEGÚN EL LIBRO DE URANTIA
Os presentamos la siguiente entrega de las crónicas de la vida de Jesús, que en esta ocasión contiene lo que nos cuentan los reveladores en el documento 135 (Juan el Bautista). Dentro del PDF veréis un botón desde donde acceder al texto del documento desde el sitio web de la Fundación Urantia.
Resumen del documento 135
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Continuamos repasando el trabajo secundario Una guía infantil hacia El libro de Urantia, de Mary Livingston. Este es el siguiente capítulo, dedicado a la primera infancia de Jesús, y comienza así:
«Jesús era un niño bueno. A medida que crecía, tuvo muchos compañeros. Alrededor de sus tres años, sus padres regresaron a Nazaret. Entonces se hizo muy amigo de un niño vecino llamado Jacob.»
Descarga del capítulo completo en formato PDF
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Martes con mi viejo profesor (Mitch Albom)
Un hombre que padece la ELA (esclerosis lateral amiotrófica), condenado a morir, mantiene unos diálogos con un antiguo alumno suyo durante 14 martes. Su testimonio ante la enfermedad, la sabiduría de vida que desprende, las enseñanzas que ofrece, todo ello hace que tu vida cambie después de leerlo.
Ver la reseña completa en nuestra página web
La conexión divina (Francisco J. Rubia)
Todos sabemos que existen dos tipos de realidades en torno a las cuales giran nuestras vidas: una «externa», mezcla de estímulos externos y construcción cerebral, y otra «interna», a la que no tenemos acceso conscientemente pero que no por ello deja de influir sobre nosotros, una realidad a la que aquellas personas que han accedido a ella opinan que es mucho más real que la propia realidad cotidiana del mundo exterior. De esta segunda realidad, la interna, trata este libro, escrito desde la ciencia (el autor es doctor en Medicina), pero de una ciencia sensible e informada acerca de todas esas creencias y testimonios que habitualmente englobamos bajo el calificativo de «misticismo», de «búsqueda del éxtasis».
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En el programa de Urantia TV «Urantia desde el amor», emitido el 26 de enero de 2022, se llevó a cabo esta conversación acerca del alma humana a la luz de las enseñanzas de El libro de Urantia, en la que se abordaron entre otras cuestiones estas preguntas: ¿Qué es el alma humana? ¿Tiene mente? ¿Puede haber un retroceso en su crecimiento y qué factores influyen? ¿Qué ha pasado con los dones con que nacemos o adquirimos? Para responder estas preguntas había un grupo de lectores destacados del libro de América Latina, entre los que figuraban Marcelino Ramírez, Jairo Miranda, Pablo Morales y John Jairo Arenas.
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Nos autoengañamos cuando pensamos: yo sé lo que necesitan los demás.
Y si ni tan solo sabemos lo que nosotros mismos necesitamos, mucho menos lo que necesitan los demás. Pero como somos buenas personas, pensamos en los demás.
Otro engaño sutil del ego es pensar que haces las cosas por los demás.
La verdad es que lo hacemos para nosotros mismos (buscamos aprobación, que reconozcan nuestros valores…) y, por supuesto, nos encanta servir a los demás.
La frase o el pensamiento «yo tengo la razón y pienso en los demás, sé lo que es correcto y lo que conviene» es otro autoengaño.
Cómo sé lo que es correcto si los resultados de la vida, las relaciones humanas, la economía, la adaptación a los cambios, etc., me están mostrando que todavía me queda mucho que aprender. Los resultados de mi vida hablan más de mí que cualquier cosa que yo crea.
Otro autoengaño: ayudo a los demás a cambiar.
Puedo darles información o herramientas, pero son los demás los que se cambian a sí mismos; no estoy cambiando a nadie, porque no puedo cambiar a nadie.
Necesito ACEPTAR A LOS DEMÁS COMO SON. Les puedo dar información, pero no depende de mí que cambien o no.
Otro autoengaño: yo sería feliz si las cosas se hiciesen como pienso o como digo.
Con frecuencia caemos en el error de pensar que sabemos lo que conviene a una familia, a una pareja, a unos hijos, a una organización y quizá incluso a un país. No lo sabemos.
Mejor cambiar estos pensamientos y decirnos: «pido ayuda a la vida para entender por qué motivo está pasando lo que está pasando con mi hijo, mi marido, mi organización, etc.»
Y en el caso de que no lo descubra, no importa: lo más sabio es el camino de la aceptación; si pasa es porque ha de pasar. Cuando ya hemos insistido varias veces en querer cambiar una situación o hechos y no lo conseguimos, es mejor llegar a la aceptación.
EL EGO NO SE PUEDE SATISFACER, porque el ego siempre quiere todo lo que no tiene y, por mucho que tenga, siempre se inventará alguna cosa que quiere y que no tiene.
(Assumpció Salat Bertran)
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Ana Isabel Franco Me consideré siempre una persona realista, que por compromiso y responsabilidad permanecía bien informada de todos los acontecimientos mundiales.
Cada día al despertar, con cierto pesimismo, sentía que debía verificar si el mundo seguía girando. Me agobiaban las malas noticias que traía la prensa y la TV sobre injusticias, delincuencia, corrupción, guerras, hambre, enfermedades, abusos y una interminable lista de etcéteras maliciosos.
El peso de estas calamidades era como una roca sobre mis hombros. ¡Cuánta vergüenza sentía de vivir en este planeta salvaje y sin escrúpulos! Mi expectativa sobre el futuro no era alentadora y distaba mucho de imaginar un final feliz para esta tormentosa esfera.
Todo eso cambió cuando conocí El libro de Urantia. Sus enseñanzas me brindaron conocimiento y herramientas nuevas que me facilitaron resignificar y dimensionar la justa medida del proceso en el que nuestro mundo se está desenvolviendo. ¡Qué alivio! Podía respirar tranquilamente, mi planeta no era la aberración del universo.
Fue en ese momento que descubrí, en la última página del libro, una frase corta y sencilla que cargaba un significado tan especial para mí que se convirtió inmediatamente en mi cita favorita.
«No os desaniméis; la evolución humana sigue su curso, y la revelación de Dios al mundo, en Jesús y a través de Jesús, no fracasará.» 196:3.33 (2097.1)
Uno de los significados de desalentar es «quitarle el ánimo a una persona para conseguir un propósito».
Nuestra tarea es hacer lo opuesto: mantenernos con ánimo, valor, brío, para tener fortaleza, disposición, y así resolver con decisión y acción lo que sea necesario realizar.
En mi frase predilecta los reveladores nos dan la amorosa afirmación de no decaer ni dejarnos dominar por el abatimiento o el descorazonamiento. Aseguran, a continuación, que la evolución humana sigue progresando, no importa que no lo haga a pasos agigantados como en una revolución: el proceso evolutivo es lento, sostenido, constante e imparable.
Jesús reveló al Padre Universal a través de sus enseñanzas y con su ejemplo de vida, siendo Dios entre nosotros. Mostró un Dios de amor, infinito, perfecto, justo, recto, misericordioso y bondadoso. ¡El Padre de todos! ¡Cuánto bien le haría a la humanidad abrazar estas enseñanzas y entregar conscientemente nuestra voluntad a la voluntad divina!
Llegar a ese estadio maravilloso, que parece una utopía hoy en día, tiene el éxito asegurado porque los reveladores nos dicen categóricamente que se va a concretar en su momento. El mundo aceptará esta ampliación de la verdad que nos trae la quinta revelación y abrazará al Padre único, descubrirá así que todos somos hermanos. El trabajo de Jesús/Micael se verá como un triunfo de la humanidad, como no podía ser de otra manera, y de su mano nos encaminaremos a las eras de luz y vida.
Aun creyendo firmemente en esto, muchas veces la realidad del salvajismo de los habitantes de Urantia golpea la puerta de mi razón, de nuevo me hielan las noticias. Sabiendo que a un planeta no se le considera que sale de la barbarie mientras un sexo siga intentando tiranizar al otro como sucede aquí, mi ánimo se desinfla lentamente y mi confianza va mermando.
Entonces respiro profundamente y evoco confiadamente mi párrafo favorito con convicción y seguridad.
Esta cita se ha transformado en mi bandera frente al desencanto temporal, es mi himno de esperanza al futuro, mi antídoto ante la frustración y las inevitabilidades.
Tomo ímpetu y renazco con la plena certeza de que vamos a tener el aliento, la capacidad y el discernimiento para continuar la tarea de diseminación de las enseñanzas del Maestro porque el amoroso servicio de Jesús en Urantia ¡NO fracasará!
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Me llamo Mora Franco, vivo hace 22 años en la provincia de Córdoba, situada en el centro de Argentina, en un pueblo pequeño del Valle de Punilla llamado Huerta Grande; anteriormente residí en Buenos Aires, estudié abogacía por mandato paterno, carrera que finalicé y nunca ejercí; luego, estudié Consultoría Psicológica con orientación psiquiátrica, lo cual sí aplico hasta el día de la fecha. Mi estado civil es soltera y, si bien he tenido pareja anteriormente, no tuve hijos y actualmente estoy separada, literalmente mi única familia son los hermanos urantianos ya que toda mi familia sanguínea ya se ha graduado.
- ¿Cómo llegaste hasta El libro de Urantia y por qué crees que lo encontraste?
Definitivamente, El libro de Urantia me encontró a mí. Es una historia larga, pero haré una breve reseña. Desde pequeña tuve muchísima curiosidad respecto a muchos temas espirituales, entre ellos los relacionados a las injusticias de la vida, la historia de Jesús y el concepto de Dios. Vivía en Buenos Aires en ese entonces. Educada en colegio católico, mis cuestionamientos llegaron a concluir que a los 9 años de edad casi me expulsaran del instituto, ya que una de las materias a estudiar era el famoso «catecismo», y mis preguntas y confrontaciones ¡resultaban incómodas para todos! jajaja. Por sugerencia del colegio, mis padres me inscribieron en la iglesia del barrio para asistir los fines de semana a los diferentes grupos de niños y jóvenes con la intención de «reencauzarme» (cuacc). Tuve una bendición, a cargo de esos grupos estaba un sacerdote de mente muy amplia, sobre todo para la época, estamos hablando de los 70. El padre Emilio ganó mi confianza con los años y cuando cumplí los 14, 5 años después de conocerlo, me animé a contarle abiertamente todas mis inquietudes espirituales. En ese momento sucedió algo insólito, el mismo sacerdote me dijo: «no eres para la religión católica…, ¡abre tus alas y busca!, hablaremos con tus papás». Y así fue. Hablamos con mis padres, y al ser ellos también muy amplios en su mentalidad, aceptaron que mi búsqueda interna comenzara. Así, a los 15 años comencé a estudiar, con el permiso de mis padres, cábala mística y astrología, aparte de meterme a investigar en cuantas creencias pude: Hare Krisna, budismo, taoísmo, Sekai Kio Seykio, etc. A su vez leía todo lo relacionado con las filosofías orientales, pero mis cuestionamientos continuaban… y ¡más profundamente! Para esos momentos aún asistía al colegio católico de mi infancia, ya en la etapa del secundario, donde finalmente me expulsaron casi casi por herejía, jajaja. Estudiaba algo «judío», asistía a meditaciones orientales y estudiaba astrología ¡y mis padres lo autorizaban!
La cábala cerraba bastante bien en mi ser interno, mas algo faltaba. A mis 18 años, un día al salir del estudio cabalístico, esperando el bus para regresar a casa, se acercó a mí un joven muy especial. No supe definir su edad, era alto, de cara triangular, con pocitos en su rostro, pelo albino con rulos… que me transmitió una paz que jamás había experimentado antes. Me dijo que su nombre era Fernando e inmediatamente me pregunto: «¿Leíste El libro de Urantia?». Puedo dar fe que al oír la palabra Urantia mi ser íntegro vibró. Le contesté que no, que no lo conocía, e insistió diciendo un «¡buscalo!», y como si nada se fue. Jamás volví a verlo en mi vida.
Al día siguiente, comenté esto en mi grupo de cábala y nadie conocía el libro. Fui a la librería Kier a buscar el misterioso tesoro, y ante mi sorpresa me contestaron que sí lo conocían pero que estaba prohibido su ingreso en el país (Argentina estaba gobernada por la junta militar). Inmediatamente, se acerca otro vendedor y me pregunta qué buscaba; le dije «El libro de Urantia»; con una amplia sonrisa me pidió que regresara al otro día a las 6 de la tarde, y con un guiño de ojo cómplice me preguntó mi nombre. Le contesté y me despedí. Yo no le pregunté el suyo.
Al día siguiente fui a la librería, busqué al hombre y no lo encontré. Se acercó un vendedor a asistirme y le dije que el día anterior un compañero suyo me dijo que regresara ese día a esa hora para darme algo. Entonces este dice: «¡ah, sí! Tú eres Mora. Fernando dejó un sobre para ti», y me entregó un sobre de papel madera que contenía un cuaderno anillado con hojas A4 escrito a máquina, de unas 200 carillas. Le pregunté cuánto le debía pagar y contestó que nada. Al llegar a casa y comenzar a leer, sinceramente ¡no comprendí absolutamente ni una sola oración! Al día siguiente llevé el cuadernillo a mis maestros de cábala. Lo leyeron y quedaron fascinados por la información que contenía e incorporaron al estudio estos conceptos que ampliaban nuestros conocimientos. Pasó el tiempo y jamás olvidé la palabra URANTIA.
A fines del año 93, una tía viajaba de vacaciones al Caribe y me preguntó qué quería de allí; sin dudar un segundo le dije «¡El libro de Urantia!». Sorprendida, aceptó buscarlo. Y así fue como llegó mi primer libro físico, de tapa azul blanda con hojas de papel arroz amarillas. Todo mi cuerpo vibró al tenerlo en mis manos, pero lo más impresionante fue cuando, al comenzar a leerlo, descubrí que el cuadernillo que 11 años atrás estábamos estudiando eran partes de los documentos de la quinta revelación, solo que en dicho cuadernillo no decía la palabra Urantia en ningún lado ni estaba la vida de Jesús Micael. Estaba condensado, por así decirlo, ¡en las tres primeras partes!
Definitivamente, la quinta revelación me encontró a mí y ¡gracias a mi Ajustador que hizo lo suyo!
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