Me llamo Mora Franco, vivo hace 22 años en la provincia de Córdoba, situada en el centro de Argentina, en un pueblo pequeño del Valle de Punilla llamado Huerta Grande; anteriormente residí en Buenos Aires, estudié abogacía por mandato paterno, carrera que finalicé y nunca ejercí; luego, estudié Consultoría Psicológica con orientación psiquiátrica, lo cual sí aplico hasta el día de la fecha. Mi estado civil es soltera y, si bien he tenido pareja anteriormente, no tuve hijos y actualmente estoy separada, literalmente mi única familia son los hermanos urantianos ya que toda mi familia sanguínea ya se ha graduado.
- ¿Cómo llegaste hasta El libro de Urantia y por qué crees que lo encontraste?
Definitivamente, El libro de Urantia me encontró a mí. Es una historia larga, pero haré una breve reseña. Desde pequeña tuve muchísima curiosidad respecto a muchos temas espirituales, entre ellos los relacionados a las injusticias de la vida, la historia de Jesús y el concepto de Dios. Vivía en Buenos Aires en ese entonces. Educada en colegio católico, mis cuestionamientos llegaron a concluir que a los 9 años de edad casi me expulsaran del instituto, ya que una de las materias a estudiar era el famoso «catecismo», y mis preguntas y confrontaciones ¡resultaban incómodas para todos! jajaja. Por sugerencia del colegio, mis padres me inscribieron en la iglesia del barrio para asistir los fines de semana a los diferentes grupos de niños y jóvenes con la intención de «reencauzarme» (cuacc). Tuve una bendición, a cargo de esos grupos estaba un sacerdote de mente muy amplia, sobre todo para la época, estamos hablando de los 70. El padre Emilio ganó mi confianza con los años y cuando cumplí los 14, 5 años después de conocerlo, me animé a contarle abiertamente todas mis inquietudes espirituales. En ese momento sucedió algo insólito, el mismo sacerdote me dijo: «no eres para la religión católica…, ¡abre tus alas y busca!, hablaremos con tus papás». Y así fue. Hablamos con mis padres, y al ser ellos también muy amplios en su mentalidad, aceptaron que mi búsqueda interna comenzara. Así, a los 15 años comencé a estudiar, con el permiso de mis padres, cábala mística y astrología, aparte de meterme a investigar en cuantas creencias pude: Hare Krisna, budismo, taoísmo, Sekai Kio Seykio, etc. A su vez leía todo lo relacionado con las filosofías orientales, pero mis cuestionamientos continuaban… y ¡más profundamente! Para esos momentos aún asistía al colegio católico de mi infancia, ya en la etapa del secundario, donde finalmente me expulsaron casi casi por herejía, jajaja. Estudiaba algo «judío», asistía a meditaciones orientales y estudiaba astrología ¡y mis padres lo autorizaban!
La cábala cerraba bastante bien en mi ser interno, mas algo faltaba. A mis 18 años, un día al salir del estudio cabalístico, esperando el bus para regresar a casa, se acercó a mí un joven muy especial. No supe definir su edad, era alto, de cara triangular, con pocitos en su rostro, pelo albino con rulos… que me transmitió una paz que jamás había experimentado antes. Me dijo que su nombre era Fernando e inmediatamente me pregunto: «¿Leíste El libro de Urantia?». Puedo dar fe que al oír la palabra Urantia mi ser íntegro vibró. Le contesté que no, que no lo conocía, e insistió diciendo un «¡buscalo!», y como si nada se fue. Jamás volví a verlo en mi vida.
Al día siguiente, comenté esto en mi grupo de cábala y nadie conocía el libro. Fui a la librería Kier a buscar el misterioso tesoro, y ante mi sorpresa me contestaron que sí lo conocían pero que estaba prohibido su ingreso en el país (Argentina estaba gobernada por la junta militar). Inmediatamente, se acerca otro vendedor y me pregunta qué buscaba; le dije «El libro de Urantia»; con una amplia sonrisa me pidió que regresara al otro día a las 6 de la tarde, y con un guiño de ojo cómplice me preguntó mi nombre. Le contesté y me despedí. Yo no le pregunté el suyo.
Al día siguiente fui a la librería, busqué al hombre y no lo encontré. Se acercó un vendedor a asistirme y le dije que el día anterior un compañero suyo me dijo que regresara ese día a esa hora para darme algo. Entonces este dice: «¡ah, sí! Tú eres Mora. Fernando dejó un sobre para ti», y me entregó un sobre de papel madera que contenía un cuaderno anillado con hojas A4 escrito a máquina, de unas 200 carillas. Le pregunté cuánto le debía pagar y contestó que nada. Al llegar a casa y comenzar a leer, sinceramente ¡no comprendí absolutamente ni una sola oración! Al día siguiente llevé el cuadernillo a mis maestros de cábala. Lo leyeron y quedaron fascinados por la información que contenía e incorporaron al estudio estos conceptos que ampliaban nuestros conocimientos. Pasó el tiempo y jamás olvidé la palabra URANTIA.
A fines del año 93, una tía viajaba de vacaciones al Caribe y me preguntó qué quería de allí; sin dudar un segundo le dije «¡El libro de Urantia!». Sorprendida, aceptó buscarlo. Y así fue como llegó mi primer libro físico, de tapa azul blanda con hojas de papel arroz amarillas. Todo mi cuerpo vibró al tenerlo en mis manos, pero lo más impresionante fue cuando, al comenzar a leerlo, descubrí que el cuadernillo que 11 años atrás estábamos estudiando eran partes de los documentos de la quinta revelación, solo que en dicho cuadernillo no decía la palabra Urantia en ningún lado ni estaba la vida de Jesús Micael. Estaba condensado, por así decirlo, ¡en las tres primeras partes!
Definitivamente, la quinta revelación me encontró a mí y ¡gracias a mi Ajustador que hizo lo suyo!
2. ¿Cuál fue tu primera impresión al leerlo?
Por lo anteriormente contado, al leerlo vibré cada concepto. Aunque debo decir que la verdad es que aún hoy leo y hay cosas que se resignifican, otras que aún mi mente finita y limitada no comprende. La impresión que tuve fue… ¡guauuuu! ¡Esto es muy lógico! Es realmente una ampliación de las verdades reveladas hasta la fecha en Urantia.
Al final de la primera lectura cerré el libro y pensé: si esto es ficción, ¡lo creo! E inmediatamente me dije que ningún ser humano podría realizar esta obra por imaginación ficticia. ESTA REVELACIÓN ES VERDAD, SENTÍ EN MI INTERIOR.
3. ¿En qué punto de la lectura (documento, frase, etc.) aceptaste que El libro de Urantia es realmente lo que dice ser?
Realmente, no tuve ningún conflicto en aceptar incorporar la revelación en mi vida. Más cuando llegué a descubrir que Jesús en Urantia fue la única encarnación del mismísimo Creador de nuestro universo, el Soberano Creador cumpliendo su última tarea aquí en nuestro planeta. Allí, como un juego de tetris, ¡cerró todo!
4. ¿En qué forma El libro de Urantia ha cambiado tu vida?
Hay un antes y un después, sinceramente. Poder poner en la vida diaria, con las cosas cotidianas, la práctica de la empatía, la paciencia. Intentar ser honesta conmigo misma, brindar amor ante la hostilidad mundana… es una experiencia que hay que sostener. Siento que tengo todas las herramientas para ser mejor persona cada día; ¡hay días que me salen mejor que otros! Jajaja.
5. ¿Ha cambiado la fe que tenías después de leerlo? Si es así, ¿de qué forma?
Siempre tuve fe en un Dios misericordioso y único. Lo que sí cambió fue mi fe hacia Jesús; se acrecentó al conocer su vida, explicada año por año, dio sentido en mí toda su labor y legado. Sí, la cuarta parte de El libro de Urantia reafirmó mi fe en Jesús Micael.
6. ¿Hay algún punto (o puntos) de la revelación que te cueste aceptar?
Me costó al principio un poco aceptar el tema de que los animalitos no poseen alma. Los amo con todas mis fuerzas, y saber que la experiencia de ellos no se pierde me tranquilizó, como saber que tienen ayudantes de la mente, como nosotros, ya que comparten cinco de los siete que nos asisten a nosotros
7. ¿Cuál es la parte que más profundamente te ha impresionado?
Oh, ¡es muy difícil de responder! Me impresiona muchísimo la labor de la Ministra Divina de nuestro universo local, me atrae mucho todo lo referido a la Tercera Fuente y Centro y todas sus derivaciones. Me ha impactado mucho la declaración de igualdad del Hijo Creador con su consorte cuando finaliza sus otorgamientos y es nombrado Hijo Mayor, y su Ministra co-soberana, su par.
8. ¿Cómo entiendes tú eso de «hacer la voluntad del Padre»?
La voluntad del Padre, ¡qué difícil saberlo! Más aún, creo que es algo que se siente. Hay una paz interna que nos lleva a pensar que en esta vida estamos haciendo SU VOLUNTAD. El servicio desinteresado, el ayudar a otro, el querer amansar nuestro temperamento… Estar atentos al aquí y ahora también nos puede ayudar a percibir qué tarea quiere el Padre que realicemos. Considero que dejarse llevar, orar y adorar contribuyen a lograrlo.
9. ¿Has llegado a ser consciente de la presencia de tu Ajustador?
Sí, una vez en un sueño. Luego de años de pedirle a mi Ajustador saber cómo llamarlo, lo soñé ¡y me dijo su nombre! También en situaciones difíciles laborales (trabajo con personas que tienen patologías severas mentales), después de pedirle a mi Ajustador que hable con el Ajustador del paciente, rápidamente las situaciones violentas se calman. Doy fe de esto.
10. ¿Has intentado poner en práctica las enseñanzas del Maestro? ¿Cuál ha sido el resultado?
Lo intento, sí, pero ¡aún me falta afinar algunos rasgos de mi carácter! El resultado es muy maravilloso porque las personas del entorno ven el cambio y les da curiosidad, y al preguntar, puedo hablarles de la Revelación.
11. ¿Crees que El libro de Urantia tiene algo «misterioso» que hace que no todo el mundo se decida a leerlo?
Decididamente, sí. No porque considere que somos elegidos, sino porque la humanidad hoy busca lo fácil, la receta mágica de la autogratificación, todo es rápido. Ya casi todo masticadito. Y sabemos que los atajos no son prudentes. Ser lector y practicante de las enseñanzas de Jesús implica un compromiso espiritual eterno, literalmente. Y creo que las personas hoy día no tienen ese compromiso y no sienten ser hijos de Dios. También estoy convencida que en unos años los hombres buscarán la espiritualidad sinceramente, cuando el materialismo ya no los colme.
12. ¿Hay algo más que quieras decir respecto a El libro de Urantia?
El libro de Urantia es mi gran pasión, leo y releo y sigo aprendiendo. Es mi guía y sostén. Agradezco mi vida mortal en esta época, a pesar de ser tan convulsionada y conflictiva, porque me permite experienciar segundo a segundo el sabor del libro