Nos autoengañamos cuando pensamos: yo sé lo que necesitan los demás.
Y si ni tan solo sabemos lo que nosotros mismos necesitamos, mucho menos lo que necesitan los demás. Pero como somos buenas personas, pensamos en los demás.
Otro engaño sutil del ego es pensar que haces las cosas por los demás.
La verdad es que lo hacemos para nosotros mismos (buscamos aprobación, que reconozcan nuestros valores…) y, por supuesto, nos encanta servir a los demás.
La frase o el pensamiento «yo tengo la razón y pienso en los demás, sé lo que es correcto y lo que conviene» es otro autoengaño.
Cómo sé lo que es correcto si los resultados de la vida, las relaciones humanas, la economía, la adaptación a los cambios, etc., me están mostrando que todavía me queda mucho que aprender. Los resultados de mi vida hablan más de mí que cualquier cosa que yo crea.
Otro autoengaño: ayudo a los demás a cambiar.
Puedo darles información o herramientas, pero son los demás los que se cambian a sí mismos; no estoy cambiando a nadie, porque no puedo cambiar a nadie.
Necesito ACEPTAR A LOS DEMÁS COMO SON. Les puedo dar información, pero no depende de mí que cambien o no.
Otro autoengaño: yo sería feliz si las cosas se hiciesen como pienso o como digo.
Con frecuencia caemos en el error de pensar que sabemos lo que conviene a una familia, a una pareja, a unos hijos, a una organización y quizá incluso a un país. No lo sabemos.
Mejor cambiar estos pensamientos y decirnos: «pido ayuda a la vida para entender por qué motivo está pasando lo que está pasando con mi hijo, mi marido, mi organización, etc.»
Y en el caso de que no lo descubra, no importa: lo más sabio es el camino de la aceptación; si pasa es porque ha de pasar. Cuando ya hemos insistido varias veces en querer cambiar una situación o hechos y no lo conseguimos, es mejor llegar a la aceptación.
EL EGO NO SE PUEDE SATISFACER, porque el ego siempre quiere todo lo que no tiene y, por mucho que tenga, siempre se inventará alguna cosa que quiere y que no tiene.
(Assumpció Salat Bertran)