Me consideré siempre una persona realista, que por compromiso y responsabilidad permanecía bien informada de todos los acontecimientos mundiales.
Cada día al despertar, con cierto pesimismo, sentía que debía verificar si el mundo seguía girando. Me agobiaban las malas noticias que traía la prensa y la TV sobre injusticias, delincuencia, corrupción, guerras, hambre, enfermedades, abusos y una interminable lista de etcéteras maliciosos.
El peso de estas calamidades era como una roca sobre mis hombros. ¡Cuánta vergüenza sentía de vivir en este planeta salvaje y sin escrúpulos! Mi expectativa sobre el futuro no era alentadora y distaba mucho de imaginar un final feliz para esta tormentosa esfera.
Todo eso cambió cuando conocí El libro de Urantia. Sus enseñanzas me brindaron conocimiento y herramientas nuevas que me facilitaron resignificar y dimensionar la justa medida del proceso en el que nuestro mundo se está desenvolviendo. ¡Qué alivio! Podía respirar tranquilamente, mi planeta no era la aberración del universo.
Fue en ese momento que descubrí, en la última página del libro, una frase corta y sencilla que cargaba un significado tan especial para mí que se convirtió inmediatamente en mi cita favorita.
«No os desaniméis; la evolución humana sigue su curso, y la revelación de Dios al mundo, en Jesús y a través de Jesús, no fracasará.» 196:3.33 (2097.1)
Uno de los significados de desalentar es «quitarle el ánimo a una persona para conseguir un propósito».
Nuestra tarea es hacer lo opuesto: mantenernos con ánimo, valor, brío, para tener fortaleza, disposición, y así resolver con decisión y acción lo que sea necesario realizar.
En mi frase predilecta los reveladores nos dan la amorosa afirmación de no decaer ni dejarnos dominar por el abatimiento o el descorazonamiento. Aseguran, a continuación, que la evolución humana sigue progresando, no importa que no lo haga a pasos agigantados como en una revolución: el proceso evolutivo es lento, sostenido, constante e imparable.
Jesús reveló al Padre Universal a través de sus enseñanzas y con su ejemplo de vida, siendo Dios entre nosotros. Mostró un Dios de amor, infinito, perfecto, justo, recto, misericordioso y bondadoso. ¡El Padre de todos! ¡Cuánto bien le haría a la humanidad abrazar estas enseñanzas y entregar conscientemente nuestra voluntad a la voluntad divina!
Llegar a ese estadio maravilloso, que parece una utopía hoy en día, tiene el éxito asegurado porque los reveladores nos dicen categóricamente que se va a concretar en su momento. El mundo aceptará esta ampliación de la verdad que nos trae la quinta revelación y abrazará al Padre único, descubrirá así que todos somos hermanos. El trabajo de Jesús/Micael se verá como un triunfo de la humanidad, como no podía ser de otra manera, y de su mano nos encaminaremos a las eras de luz y vida.
Aun creyendo firmemente en esto, muchas veces la realidad del salvajismo de los habitantes de Urantia golpea la puerta de mi razón, de nuevo me hielan las noticias. Sabiendo que a un planeta no se le considera que sale de la barbarie mientras un sexo siga intentando tiranizar al otro como sucede aquí, mi ánimo se desinfla lentamente y mi confianza va mermando.
Entonces respiro profundamente y evoco confiadamente mi párrafo favorito con convicción y seguridad.
Esta cita se ha transformado en mi bandera frente al desencanto temporal, es mi himno de esperanza al futuro, mi antídoto ante la frustración y las inevitabilidades.
Tomo ímpetu y renazco con la plena certeza de que vamos a tener el aliento, la capacidad y el discernimiento para continuar la tarea de diseminación de las enseñanzas del Maestro porque el amoroso servicio de Jesús en Urantia ¡NO fracasará!