Libros – La nueva psicología del amor, de M. Scott Peck

Autor: M. Scott Peck
(Reseña de Olga López)

Este libro es muy recomendable, pues nos hace pensar sobre cómo debemos amar a los demás, y nos hace preguntarnos cuáles son aquellos desajustes que arrastramos desde la infancia, desajustes que deberíamos arreglar para llegar a desarrollarnos espiritualmente en plenitud.

Su autor define el amor como la voluntad de extender los límites del yo, de forma que ayudamos a desarrollar espiritualmente a los seres amados y, por añadidura, a nosotros mismos. Es una definición desde luego bonita, y muy acertada. Este amor no es sólo el amor de pareja, sino el paterno-filial, la amistad, etc.

Me gustó especialmente la parte del libro en la que el autor habla de lo que “no” es amor, como el llamado “enamoramiento” (aun cuando pueda parecer paradójico), y la “dependencia” respecto a la persona amada. Precisamente el autor señala que el amor verdadero se manifiesta cuando el enamoramiento desaparece.

Podemos enamorarnos de personas con las que después no tengamos nada en común, pero no podemos amar si no hay una voluntad de ayudar al desarrollo espiritual de la persona amada. Y esta voluntad tampoco se da en la persona que depende emocionalmente de otra, que quiere estar subordinada a la persona amada; aquél que depende de otro sólo busca ser amado, no amar. Quiere recibir, pero no dar.

El autor parte de la premisa de que la vida es difícil, y nos muestra cómo la mayoría de nosotros buscamos atajos ilegítimos para escapar de las dificultades en lugar de afrontarlas y vencerlas. Señala la pereza como la principal enemiga de nuestro desarrollo espiritual, pues tira de nosotros hacia una comodidad y bienestar ficticios.

Sin embargo, tenemos una fuerza que nos apoya, que tira de nosotros “hacia arriba”, que el autor denomina “la gracia”, y tras la que podríamos ver (¿por qué no?) la mano invisible del Ajustador del Pensamiento, en términos de El libro de Urantia.

El autor se maravilla en este libro de que no haya más enfermos mentales en el mundo, pues hay gente que ha podido desarrollarse plenamente desde el punto de vista espiritual tras superar las dificultades de una educación y un entorno realmente adversos. ¿Cómo si no es con la ayuda de la gracia estas personas han podido conocer y experimentar el amor hacia los demás?

Al analizar lo que es el mal, el autor afirma que el mal no es sino la determinación de impedir el desarrollo espiritual de los demás. Así como la pereza es el desamor, el mal es el anti-amor. La pereza no lleva necesariamente al mal, pero el mal no surge sin ésta, llevada hacia sus últimas consecuencias.

Ya al final del libro, cuando el autor se plantea cuál es la finalidad de nuestra existencia, llega a la conclusión de que ésta no es sino llegar a formar parte de Dios, lo cual, siendo una afirmación sencilla, nos resulta una carga tan terrible que queremos eludirla a toda costa, llevados por nuestra pereza. Ésta es una idea enormemente coincidente con lo que se dice en El libro de Urantia: estamos destinados a ser perfectos, como nuestro Padre lo es. Pero eso supone trabajar duro y, aunque los frutos de este trabajo nos proporcionan un goce y una felicidad enormes, también suponen una soledad y una responsabilidad que no podríamos soportar si no tuviéramos la convicción de que el Padre está con nosotros.