Autor: Vicente Ferrer
(Reseña de Olga López)
Creo que a estas alturas todos conocemos a Vicente Ferrer, ex jesuita afincado en el sur de la India que dedicó buena parte de su vida a ayudar a mejorar la situación de los dalith, los más pobres entre los pobres de la India. En este libro se dedica a plasmar lo que sería su visión del mundo y, consecuentemente, por qué se dedica a lo que hace. Todo con términos muy sencillos, guiado únicamente por los hechos, por el sentido común, y por una fe sólida en Dios.
Una de las palabras que más se repite en este libro, junto con “amor”, es “acción”. De hecho él mismo se define como “un hombre contemplativo en la acción”. Vicente Ferrer ha hecho de la acción, de la ayuda a los demás, el leit motiv de su vida, y nos anima a que también sea el nuestro. De hecho, dice que “si no eres hermano, no eres aún hombre”. Esto es, para pertenecer al género humano es condición indispensable sentir como hermanos a los demás.
Basando su exposición en “los cuatro pilares existenciales del Universo”: el hombre, Dios, la humanidad y “el mundo tal cual es”, Vicente Ferrer se dedica a explicar su sencilla filosofía de vida, huyendo de toda pretensión de verdad absoluta y de todo dogmatismo, con términos a veces que resultan asombrosamente coincidentes con lo que se dice en el Libro. Cosa que no es de extrañar, pues nos consta que leyó El libro de Urantia y mostró un gran interés por lo que contenía. Ved sino unos ejemplos:
“El Ser Último nos entrega a cada uno de nosotros un pedazo de su Ser sin disminuirse, reparte ‘micro seres’ de su Ser Infinito de manera que el ser del hombre es una copia finita del Ser Eterno (…) Participamos de la misma vida, del mismo ser. De ahí la unión tan íntima que existe entre los seres humanos”.
“El yo es la totalidad de la persona. Y el don del yo es tan inalienable que jamás puede dejar de ser ‘Yo’ o ‘Tú’. Es un absoluto que no puede ser absorbido, ni disminuido, ni alterado (…) Somos seres existencialmente iguales, pero cada uno con su propia personalidad”.
“La libertad se da para que escojamos hacer el bien o simplemente rechazar el mal. La autodestrucción parcial o total tiene lugar en la acción mala (…) Sin libertad el hombre no sería hombre, sería otro ser. El hombre no podría ser creado sin libertad”.
“La inmortalidad nos abre las puertas a la Vida Eterna. El concepto de ‘Vida Eterna’ nos hace pensar en ‘inmovilidad eterna’ (…) Pero la eternidad no es inmovilidad. Este viaje terrenal y astral que la Humanidad tiene frente a sí es el de un Futuro Infinito (…) La Historia del Hombre, su evolución, no tiene límites en el tiempo, se desplegará constantemente hacia cimas incomprensibles (…) Saltaremos de un nivel a otro y en cada salto la evolución continuará su camino (…) La ‘excursión’ del hombre a través del Universo se desarrolla en una vertiginosa atracción hacia Dios insondable (…) Quién sabe las sorpresas que nos esperan en el más allá. Pero nunca faltará el cuerpo adecuado para que el espíritu funcione en el Futuro Infinito que aguarda al Hombre eterno”.
Y, para finalizar, también en palabras de Vicente Ferrer, palabras que expresan magníficamente lo que significa aceptar activamente la voluntad del Padre:
“Claro que…si Dios quiere que sea así, yo también. Si no lo quiere, yo tampoco lo quiero”.