Libros – La filosofía perenne, de Aldous Huxley

Autor: Aldous Huxley
(Reseña de Olga López)

Como dijo Antonio Moya, el amigo que me recomendó este libro, si no existiera El libro de Urantia este sería el indiscutible libro de cabecera de todo buscador de “la divina Base”, que es como su autor denomina a Dios.

Este libro contiene muchas citas de autores de diferentes épocas y culturas relativas a Dios. Incluyo aquí una selección de ellas, que me calaron especialmente hondo. Las que no tienen referencia de su autor son del propio Huxley:

“La divina Base de toda existencia es un Absoluto espiritual, inefable en términos del pensamiento discursivo, pero (en ciertas circunstancias) susceptible de ser directamente experimentado y advertido por el ser humano. Ese Absoluto es el Dios sin forma de la fraseología mística hindú y cristiana. La última finalidad del hombre, la razón final de la existencia humana, es el conocimiento unitivo de la divina Base; el conocimiento que puede llegar tan sólo a los que están decididos a ‘morir para el yo’ y de tal modo a hacer sitio, por así decirlo, a Dios. De cualquier generación de hombres y mujeres, muy pocos podrán alcanzar la finalidad última de la existencia humana; pero la oportunidad para llegar al conocimiento unitivo será, de uno u otro modo, continuamente ofrecida hasta que todos los seres sensibles adviertan Quién son realmente”.

“Dios puede ser adorado y contemplado en cualquiera de sus aspectos. Pero persistir en adorar sólo un aspecto con exclusión de todos los demás es exponerse a un grave peligro espiritual. Así, si nos acercamos a Dios con la idea preconcebida de que El es exclusivamente el personal, trascendental, todopoderoso regente del mundo, corremos el riesgo de quedar enzarzados en una religión de ritos, sacrificios propiciatorios (a veces del carácter más horrible) y observancias legalistas (…) Lo mejor que puede decirse del legalismo es que mejora la conducta. Hace poco, sin embargo, por alterar el carácter y nada de por sí por modificar la conciencia”.

“Necesito muy poco y deseo muy poco lo que necesito. Apenas tengo deseos; pero, si hubiera de nacer de nuevo, no tendría ninguno. No deberíamos pedir nada ni rehusar nada, sino entregarnos a los brazos de la divina Providencia sin perder tiempo en ningún deseo, excepto el de querer lo que Dios quiere de nosotros” (San Francisco de Sales)

“Entre las trinidades en que se manifiesta el Inefable hay la trinidad de lo Bueno, lo Verdadero y lo Bello”.

“Gracias a sus facultades de razonamiento y al lenguaje, instrumento de la razón, el hombre (en su condición meramente humana) vive nostálgica, aprensiva y esperanzadamente en el paso y en el futuro así como en el presente; no tiene instintos que le digan lo que hay que hacer, debe fiarse de su habilidad personal más bien que una inspiración recibida de la divina Naturaleza de las Cosas; se encuentra en una condición de crónica guerra civil entre pasión y prudencia y, en un superior nivel de conciencia y sensibilidad ética, entre el egoísmo y el asomo de espiritualidad. Pero esta ‘pesada condición de la humanidad’ es el requisito previo del esclarecimiento y la salvación”.

“La humildad no consiste en ocultar nuestros talentos y virtudes, en considerarnos peores y más ordinarios de lo que somos, sino en poseer un claro conocimiento de todo lo que falta en nosotros y en no exaltarnos por lo que tenemos, puesto que Dios nos lo dio generosamente y que, con todos Sus dones, nuestra importancia es aún infinitamente pequeña” (Lacordaire)

“Está en mi facultad el servir a Dios o no servirle. Sirviéndole aumento mi propio bien y el bien de todo el mundo. No sirviéndole, renuncio a mi propio bien y privo al mundo de ese bien que yo podía crear” (León Tolstoi)

“Sólo los totalmente desapegados de su yo están en condiciones de saber experimentalmente que, a pesar de todo, ‘todo estará bien’ y, de algún modo, ya todo está bien”.

“La voluntad es lo que tiene todo el poder; hace el cielo y hace el infierno; pues no hay infierno sino donde la voluntad de la criatura se aparta de Dios, ni hay cielo sino donde la voluntad de la criatura obra con Dios” (William Law)

Cuando leo las reflexiones de esas personas que a lo largo de las épocas y los diferentes lugares han estado buscando a Dios, comprendo mejor mucho de lo que viene explicado en El libro de Urantia.