En abril del año 2004, hace 20 años, comenzó su andadura el primer grupo de estudio de Madrid. Fue gracias al empuje personal de Victor Garcia Bory, después de su visita a Madrid, junto con Richard Keeler para hablar, entre otras cosas, sobre una nueva traducción en español, pendiente en ese entonces.
Tras recopilar información aquí y allá de todos los posibles lectores en Madrid, me puse manos a la obra y, a través de correo electrónico, por teléfono e incluso a través de correo ordinario, contacté con todos los lectores que puede y fijé una fecha para una reunión en mi casa en ese mes de abril. Desde entonces seguimos reuniéndonos una vez al mes, en sábado o domingo.
Recuerdo aún la emoción y expectación que sentía al conseguir reunir una docena de personas aproximadamente, interesadas en compartir el contenido de El libro de Urantia. Sabía que era el comienzo de algo importante, de algo útil en nuestra vida y que iba a perdurar en el tiempo.
De todos los que participaron en aquella primera reunión, aparte de mi esposa Blanca, solo queda Rafael Mondéjar, que cuando puede nos acompaña online desde Colombia; también estaba Demetrio, que nos dejó recientemente y del que ya no podemos disfrutar en nuestras reuniones. A los pocos meses se sumó Lola, que desde entonces hace las veces de secretaria, ya que es a quién acudimos cuando no nos acordamos del apartado donde nos quedamos en la última reunión.
También se nos sumó en los primeros años Fernando Carazo, siempre participativo e inquieto. En estos primeros años teníamos una metodología de estudio del libro muy trabajosa e implicadora para la persona a la que le tocaba preparar el documento. Normalmente, a través de una presentación en PowerPoint, se resumía todo el documento. Luego, recuerdo que fue a propuesta de nuestro querido Santiago, otro lector que lleva mucho tiempo y que cuando puede nos acompaña, que pasamos a otro método más sencillo: leer el libro, rotando en la lectura, para no dejarnos nada en el tintero, que es el riesgo que teníamos con el método anterior. Sí he decir en defensa del primer método que había un compromiso mayor, ya que tarde o temprano, cada uno tenía que preparar y presentar el documento correspondiente.
Como todos los grupos de estudio, sufrimos una importante reconversión durante la pandemia, pasando de lo presencial, de lo cercano, de lo entrañable, al método online, más distante, más frio; pero también esto nos permitió, a solicitud de nuestro incansable Javier y su esposa Mar, invitar a algún lector solitario, principalmente en el extranjero (Ramiro, Rafa, Mayra, Pablo Morales). Ha tocado adaptarse a los nuevos tiempos, y ahora prevalece más lo online que lo presencial, o mixto, que también lo hemos hecho con éxito.
Hace años, cuando algún tipo de corriente espiritual «tocó» en las mentes de varias personas, el grupo creció anormalmente, lo que me animó a crear dos grupos para poder ser más funcionales, ya que a partir de 9 a 10 personas se complica bastante. Pero, al igual que ocurre con la espuma del cava, se desinfló tan rápido como había crecido. Recientemente, no tanto por ser muchos, sino por tratar de tener flexibilidad en los días de reunión y nivel de lectura, intenté crear un segundo grupo de estudio, aprovechando el interés de algunos lectores nuevos; pero la falta de compromiso impera en las almas, en teoría «buscadoras». Aun así hemos sumado dos miembros nuevos al grupo y con mucho potencial, Lucho y Silvia.
Muchas son las personas que han pasado por el grupo, algunas solo curiosas, otras que por motivos distintos han dejado el grupo, por cambio de residencia como Ginés, pero de todas nos hemos quedado con algo, hemos compartido y aprendido.
Lo que debemos tener claro es que el grupo de estudio es sumamente importante, es la célula primordial donde los lectores pueden encontrar refugio, pueden compartir las enseñanzas del libro y expresar sus inquietudes y, por qué no, construir una verdadera hermandad de hijos de Dios. De hecho, cuando me dirijo a algunos de ellos, les llamo sencillamente «hermano», porque así lo siento.