Me llamo Ramiro Cuestas, tengo 54 años, vivo en la ciudad de Comodoro Rivadavia, en la Patagonia Argentina, casado con Andrea, tenemos dos hijos, Thiago de 22 años e Ivo de 19 años de edad. Soy de profesión notario y ejerzo la profesión desde hace 29 años en la notaría de mis padres.
- ¿Cómo llegaste hasta El libro de Urantia y por qué crees que lo encontraste?
Yo era un católico practicante, tal es así que llegué a ser el maestro de ceremonias del obispo de mi diócesis, con sede en mi ciudad. No obstante, con el paso de los años me di cuenta de que la relación con Dios no podía ser a través de unos ritos como la misa, o que solo se puede acceder a él sino por una interpósita persona como es un sacerdote. Es decir, había llegado a la conclusión de que la Iglesia católica no me permitía, a través de sus normas, que yo evolucionara espiritualmente. Recuerdo que, durante el año 2019, durante una misa, estaba tan aburrido de escuchar siempre lo mismo en los sermones que le pedí a Dios que me ayudara a saber cuál es la fe verdadera. Algunos años antes de ese episodio, y gracias a que siempre tuve una mente abierta, había empezado a leer algunos libros «no autorizados por la Iglesia católica» que hablaban sobre quién era Jesús y qué había dicho y hecho en nuestro planeta, pero fue durante ese año 2019 cuando primeramente encontré los Caballos de Troya de J.J. Benítez, y fue finalmente a través de esta novela como llegué a El libro de Urantia durante el año 2020, en plena pandemia de COVID. Primero lo leí en formato digital a través de la página web de la Fundación Urantia, y finalmente, contacté a un lector del libro, Luis Miguel Morales Urrea, quien me facilitó un libro impreso. Hoy en día participo en los grupos de lectura de Urantia Madrid y Descifrando Urantia, y también colaboro en el grupo de Facebook «Descifrando Urantia», que dirige nuestro querido amigo Javier Martínez.
- ¿Cuál fue tu primera impresión al leerlo?
Pues, fascinación, creo que es la palabra. Era tanta la necesidad que tenía de encontrar la VERDAD, que fue como descubrir un mundo nuevo, y no podía creer que El libro de Urantia me daba las respuestas a las preguntas que la Iglesia católica no podía, no quería o no sabía contestar.
- ¿En qué punto de la lectura (documento, frase, etc.) aceptaste que El libro de Urantia es realmente lo que dice ser?
Cuando comencé a leer el libro decidí que no haría una evaluación de este hasta haberlo terminado, y creo que ese método funcionó bien, pues de otra manera hubiera dejado de leerlo en el Prólogo. Así que, cuando finalicé esa lectura, no dudé de lo que es el libro, una nueva revelación de la verdad a nosotros los seres humanos, puesto que me dio la respuesta, como dije anteriormente, a muchas preguntas sobre Dios, el universo, la vida de Jesús en nuestro planeta, por qué estamos aquí y qué pasa después de nuestro paso por este mundo.
- ¿En qué forma El libro de Urantia ha cambiado tu vida? ¿Ha cambiado la fe que tenías después de leerlo? Si es así, ¿de qué forma?
El libro de Urantia cambió mi vida, mi fe, mi religión, porque, como suelo decir yo, durante aproximadamente 50 años de mi vida fui un esclavo desde el punto de vista espiritual, esclavo de una religión evolutiva o normatizada que te impide desarrollar una relación personal e íntima con Dios. La quinta revelación rompió esas cadenas y permitió que yo pudiera buscar a Dios dentro de mí y comenzar así ese largo viaje que comienza en nuestro planeta y finaliza en la Isla del Paraíso, residencia del originador de todo y de todos, el Padre Universal.
- ¿Hay algún punto (o puntos) de la revelación que te cueste aceptar?
No hay puntos del libro que me cuesten aceptar, el libro es totalmente coherente desde el Prólogo hasta el final.
- ¿Cuál es la parte que más profundamente te ha impresionado?
El libro en su totalidad me ha causado una gran impresión, pero tal vez un poco más sea todo lo relacionado con el autootorgamiento de nuestro Padre Creador Micael en nuestro planeta, desde las razones de este hasta los verdaderos dichos y hechos de Jesús.
- ¿Cómo entiendes tú eso de «hacer la voluntad del Padre»?
Hacer la voluntad del Padre es reconocerle a él como la primera Fuente y Centro de todo lo creado, es decir, como nuestro Padre y, como consecuencia de ello, reconocer la hermandad espiritual de los hombres; y todo esto se logra a través de la Fe y el Amor.
- ¿Has llegado a ser consciente de la presencia de tu Ajustador?
Desde que fui al catecismo en la Iglesia católica tengo conciencia de que había algo o alguien dentro de mí que me guiaba, o al menos intentaba hacerlo, pero que no sabía quién era o que se trataba del clásico ángel de la guarda o custodio. El libro de Urantia le puso nombre a ese alguien, el Ajustador del Pensamiento, y no tengo la menor duda de que fue él quien me guio desde ese día en que me pregunté cuál es la verdadera fe, hasta que encontré la quinta revelación.
- ¿Has intentado poner en práctica las enseñanzas del Maestro? ¿Cuál ha sido el resultado?
Las enseñanzas del Maestro creo que he tratado de ponerlas en práctica desde mi época de católico practicante, la diferencia es que pasé de hacerlo en forma maquinal o por obligación a hacerlo conscientemente a partir del amor al prójimo.
10. ¿Crees que El libro de Urantia tiene algo «misterioso» que hace que no todo el mundo se decida a leerlo?
No creo que El libro de Urantia tenga algo misterioso. La gente que no se decide a leerlo en mi opinión no lo hace porque tiene miedo a lo desconocido, miedo a que sus creencias o convicciones o las estructuras mentales y espirituales de toda una vida se desmoronen o no tengan sentido.
- ¿Hay algo más que quieras decir respecto a El libro de Urantia?
Como reflexión final, decirles a mis hermanos lectores de El libro de Urantia que debemos tener paciencia respecto de la difusión y transmisión de esta quinta revelación, y esto lo digo porque algunos creen que deberíamos ser más agresivos e incluso confrontar con las religiones normatizadas (en especial las cristianas) para imponer la religión de Jesús, la verdadera religión. Esta es una carrera de largo aliento, como una maratón que durará probablemente unos mil años, como dijeron los reveladores, y los frutos seguramente no los verá nuestra generación. Nosotros somos simplemente sembradores y otros más adelante recogerán la cosecha.