David frente a Goliat
Con el otoño ya instalado en España os damos la bienvenida a este nuevo número del boletín Luz y Vida de la Asociación Urantia de España. Nuevas reflexiones, descubrimientos, materiales de estudio, recomendaciones de vídeos, reseñas de actividades, etc., os esperan cada mes en esta revista digital que os ofrecemos para que la disfrutéis en casa. ¿Y qué podréis encontrar en este número de noviembre?
Trabajos tan interesantes como:
- Una presentación de Javier Martínez sobre la transformación personal que se produce al leer El libro de Urantia.
- Otro trabajo sobre si la crucifixión fue realmente necesaria.
- Una presentación sobre Anova como mundo de Nebadon en la séptima etapa de luz y vida.
- Un análisis de Mariano Pérez sobre la meditación, la oración y la adoración.
Además de nuestras secciones fijas de «Crónica de la vida de Jesús», «Guía de El libro de Urantia para niños», «Cuestionario urantiano» respondido por Fernando Carazo, «Mi párrafo favorito» escrito por José Manuel Díaz, presentaciones en Zoom del mes de noviembre o «Navegando por la vida».
Como podéis comprobar, es un número muy interesante, variado y «nutritivo» para quienes leemos y profundizamos en El libro de Urantia.
Comencemos juntos esta nueva singladura por El libro de Urantia en este mes que comienza. Acompáñanos en este viaje por el libro y sus fascinantes matices. Únete a nuestras reflexiones y al intento por expandir la mente y, sobre todo, el corazón de los lectores de El libro de Urantia.
«Chang, ahora nos despedimos pero solo por un tiempo, porque nos volveremos a encontrar en los mundos de luz donde el Padre de las almas de espíritu ha provisto muchas deliciosas paradas para los que viajan rumbo al Paraíso». 133:4.9 (1475.2)
Jesús tuvo muchas conversaciones con un mercader chino y se despidió así de él. Esta cita es un ejemplo desafiante para quienes solo conciben su Verdad como la única válida. ¿Un mercader chino, que no seguía las leyes de Moisés, se podía salvar igual que un judío? Pues así es, ya que Jesús le dice que se verán en los mundos mansión en un futuro. En el mismo Libro de Urantia se dedica todo un capítulo a diferentes religiones y filosofías anteriores al cristianismo, porque:
Las muchas religiones de Urantia son todas buenas en la medida en que llevan al hombre hacia Dios y traen al hombre la comprensión del Padre. Es una falacia que cualquier grupo de personas religiosas considere su credo como La Verdad; esta actitud refleja más arrogancia teológica que certidumbre en la fe… Más valdría que las personas religiosas tomaran prestado lo mejor de la fe espiritual viva de sus vecinos en vez de denunciar lo peor de sus supersticiones residuales y sus ritos desfasados. 92:7.3 (1012.4)
Esta labor honesta de ver y valorar «lo mejor» de otras religiones o formas de pensar era lo que siempre realizaba Jesús con quienes se cruzaba. Una vez lo hacía, eso sí, enlazaba con su mensaje de salvación. Por ejemplo, veamos este sencillo y breve ejemplo:
Al maestro epicúreo le dijo: «Haces bien en elegir lo mejor y apreciar lo bueno, pero ¿eres sabio cuando no eres capaz de percibir elementos superiores de la vida mortal que están encarnados en los ámbitos del espíritu derivados del reconocimiento de la presencia de Dios en el corazón humano? 133:4.5 (1474.5)
Cuántos conflictos se zanjarían si valoráramos «lo mejor» de otras formas de pensar o de otras religiones… máxime cuando la religión puede ser la gran inspiración para desarrollar una nueva y renovada civilización.
El libro habla de una clave preciosa para el progreso de nuestro planeta: personas que, de distintas religiones, se respetan y aceptan por el punto común a todos: Dios, el Padre Eterno de todos los seres humanos. Hermanos que son diferentes, pero que conforman la misma familia.
La paz religiosa —la hermandad— nunca podrá existir a menos que todas las religiones estén dispuestas a despojarse por completo de toda autoridad eclesiástica y a renunciar plenamente a todo concepto de soberanía espiritual. Solo Dios es soberano en el espíritu. No puede haber igualdad entre las religiones (libertad religiosa) sin guerras religiosas, a menos que todas las religiones consientan en transferir toda soberanía religiosa a algún nivel sobrehumano, a Dios mismo. 134:4.4-5 (1487.1-2)
No obstante, la cruda realidad de nuestro planeta es el enfrentamiento, los conflictos y las guerras.
La sociedad no es justa y hay que cambiarla. ¿No lo habéis pensado más de una vez? Son necesarias otras leyes, otra economía, otras relaciones internacionales. Pero el tiempo nos lleva a comprobar que, pese a nuestros logros y constantes luchas, el mundo sigue siendo injusto. Puede que te decepciones y consideres que cuanto has hecho ha supuesto un gran fracaso, pues no has logrado la meta anhelada. Frente a Goliats terribles, ¿qué puede el pequeño David? ¿Qué podemos ofrecer los lectores de El libro de Urantia a esta cuestión?
Cuando sentimos nuestra incapacidad para cambiar al mundo y a los demás, ya solo nos queda una opción constructiva: cambiarte a ti mismo. La sorpresa que te espera es que, si tú cambias, todo cambia. No son las palabras las que transforman a los demás, sino los ejemplos. Las grandes ideas se transmiten de corazón a corazón, no a través de campañas ni grandes discursos. Tu cambio transforma a los demás, al mundo, a sus leyes y a su economía, porque todo lo bueno y lo malo nace del corazón humano.
El sufí Bayazid dice acerca de sí mismo: «De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: “Señor, dame fuerza para cambiar el mundo”». «A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: “Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho”».
»Ahora que soy viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que he sido. Mi única oración es la siguiente: “Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo”. Si hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida».
Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad. Casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo.
(Anthony de Mello)
Los lectores de El libro de Urantia podemos ofrecer esa alternativa: el cambio de consciencia, la expansión de nuestra mente y nuestro corazón, fuera de tribus, naciones, religiones, grupos económicos, intereses ocultos, etc., que son limitantes e involutivos. La religión personal que se propugna desde el libro, esa intimidad creciente con nuestro Padre, va cambiando nuestra vida y ampliando nuestro horizonte vital, traspasando las apariencias y encontrando otra manera de ver la realidad. Una forma de ver que otea la realidad desde una altura maravillosa. Esta forma de religión no reclama tiempo extra porque no necesita de lugares ni horarios para ser practicada, porque es una forma de vida y una técnica de pensamiento, una actitud que nos acompaña en casa o en el trabajo.
Precisamente hay un texto sencillo que remarca el valor de nuestra actitud ante la vida. ¿Conocéis la parábola de las bendiciones disfrazadas? Esta maravillosa historia dice así:
Un hombre tenía un caballo muy hermoso, tan especial que hasta los emperadores querían comprárselo al precio que fuera, pero él se negaba. Entonces, una mañana descubrió que le habían robado el caballo. Todo el pueblo se reunió a su alrededor para mostrar sus condolencias y le dijeron:
—¡Qué desgracia! Podrías haber conseguido una fortuna. Te estaban ofreciendo mucho dinero, pero has sido obstinado y estúpido, y ahora te han robado el caballo.
Pero el anciano se rio y dijo:
—No digáis bobadas. Lo único cierto es que el caballo ya no está en el establo. Dejemos que venga el futuro y ya veremos qué nos depara.
En quince días el caballo volvió, y no volvió solo, trajo consigo una docena de caballos salvajes del bosque. Todo el pueblo se reunió y dijeron:
—¡El anciano tenía razón! Su caballo ha vuelto trayendo consigo doce magníficos caballos. Ahora puede ganar todo el dinero que quiera.
Fueron ante el hombre y le dijeron:
—Lo sentimos, no podíamos entender el futuro y los caminos del Señor, ¡pero tú eres genial! Sabías lo que iba a pasar, puedes vislumbrar el futuro.
—¡Tonterías! —dijo el anciano— Lo único que sé es que el caballo ha vuelto con otros doce, pero nadie sabe lo que ocurrirá mañana.
Y al día siguiente ocurrió que, mientras el hijo del anciano estaba tratando de domar a uno de los caballos, se cayó y se rompió las piernas. Todo el pueblo volvió a reunirse y dijeron:
—Tenías razón, nunca se sabe lo que va a ocurrir; la vuelta del caballo ha resultado ser una maldición, más valdría que no hubiera vuelto. Ahora tu hijo se quedará paralítico para el resto de su vida.
—No adelantéis conclusiones —dijo el anciano—. Esperad a ver qué pasa. Lo único que sabemos seguro es que mi hijo se ha roto las piernas, eso es todo.
Ocurrió que quince días después los jóvenes de la localidad fueron llamados a filas por el gobierno porque su país iba a entrar en guerra. Solo quedó el hijo del anciano porque no sería útil en la batalla. Todos se reunieron y dijeron:
—¡Nuestros hijos se han ido! Al menos tú tienes a tu hijo contigo. Puede que esté paralítico, ¡pero al menos está aquí! No tendremos a nadie que cuide de nosotros cuando nos hagamos mayores, y tú por lo menos tienes un hijo que aún puede curarse.
—Solo podéis decir que vuestros hijos han sido llamados a filas —respondió el anciano—. Mi hijo se ha quedado, pero no podemos concluir nada.
Simplemente declara lo ocurrido, no «interpretes» las inevitabilidades de la vida. Tenemos que vivir con ellas. No podemos escapar al dolor, el sufrimiento, los fracasos, ya que los desafíos de la vida nos permiten crecer. Acéptalos. Son «bendiciones disfrazadas» si miramos desde un horizonte más elevado, si observamos con la adecuada perspectiva los problemas. Se trata de ver la vida no como los hilos mezclados y confusos de la trama trasera del bordado, sino como la belleza del bordado de la cara frontal.
Confiemos en la Vida: es nuestra aliada, nuestra amiga.
Abramos la mente a nuestro Ser, esa luz interna que nos acompaña siempre.
Perseveremos, pues esa confianza y compromiso la podemos asumir cada día en nuestras actividades cotidianas, momento a momento, encuentro tras encuentro.
Sigamos el ejemplo del Maestro que, según escribió poéticamente san Juan de la Cruz hace unos siglos, «mil gracias derramando, pasó por estos sotos con soltura». «Mil gracias» derramó en un pequeño territorio del planeta marcado por las guerras, «mil gracias» podemos seguir derramando sus seguidores, a pesar de todo.
El poder de este reino no consistirá ni en la fuerza de los ejércitos ni en el poderío de las riquezas, sino más bien en la gloria del espíritu divino que vendrá a instruir las mentes y gobernar los corazones de los ciudadanos renacidos de este reino celestial, los hijos de Dios. Esta es la hermandad del amor donde reina la rectitud y cuyo grito de guerra será: Paz en la tierra y buena voluntad entre todos los hombres. 140:1.3 (1568.6)
Confiemos pues en el cambio de nuestro planeta, en el poder transformador de los pequeños David. Confiemos en nosotros.