No hay frase de El libro de Urantia que no contenga una perla. Algunas veces esa perla está oculta y hay que rascar para poder encontrarla; otras, como es el caso, esa perla brilla como un sol y es imposible ocultar tanta luz y tantísima belleza.
La misericordia es el fruto natural e inevitable de la bondad y el amor. La naturaleza bondadosa de un Padre amoroso no podría negar en modo alguno el sabio ministerio de misericordia a todos y cada uno de los miembros de todos los grupos de sus hijos del universo. La unión de la justicia eterna y la misericordia divina constituye lo que en la experiencia humana se llamaría equidad. 2:4.4 (38.4)
MISERICORDIA es una palabra que encierra una grandeza que muy pocos llegan a vislumbrar. Pasamos por encima de ella de puntillas, pero hay que tener en cuenta que la misericordia es el fruto natural de la unión entre la bondad y el amor, y debemos ofrecer esa misericordia en función del daño obtenido, independientemente de dónde provenga.
¡Pero cuidado! No confundamos misericordia con pena o lástima.
La misericordia es simplemente justicia atemperada por esa sabiduría que surge de la perfección del conocimiento y del reconocimiento pleno de la debilidad natural y de los obstáculos ambientales de las criaturas finitas. 2:4.1 (38.1)
La misericordia es la suprema cualidad fraternal. ¡Qué no haría un padre amoroso por su amado hijo!
El ejemplo más claro lo tenemos en Lucifer, que era un brillante Hijo Lanonandek primario de Nebadon, una criatura brillante y perfecta que sucumbió al mal y al pecado, pero aun así y a pesar de todo su Padre Creador siempre le ha ofrecido misericordia.
Ser misericordioso implica ser muy generoso en un AMOR altruista y tener un gran corazón, pero no solo para nuestros hijos.
No podemos pensar que por nuestra condición finita no tenemos capacidad de ofrecer misericordia a los demás. La misericordia no se gasta o desaparece con el uso, todo lo contrario. El Padre, en su infinita sabiduría, nos ha dotado de unos valores que muchas veces se encuentran dormidos en nuestro interior.
Querer hacer la voluntad del Padre, querer ser como Él, es también despertar a la misericordia. Es despertar al AMOR.