Todos poseemos una herencia genética, una biología que nos acompaña desde nuestro nacimiento. En ella se encuentran disfrazados credos de los cuales se producen comportamientos desafortunados, por lo que muchos de ellos conllevan nuestros infortunios. A eso le tenemos que añadir la educación recibida y el entorno social en el que nos hemos desenvuelto. Todo ello ha hecho posible sembrar, a lo largo de nuestra vida, en un terreno donde la planta que ha brotado no ha dado los frutos idóneos que representan la felicidad, la coherencia, el altruismo, la responsabilidad, la humildad, la comprensión, la empatía, etc.
Tenemos que tener presente que, si no modificamos la semilla, que es algo así como el contenido de nuestros pensamientos, no podremos obtener buenos frutos, buenas palabras, diálogos sinceros, etc., y mucho menos vamos a variar nuestras acciones y sus resultados. Si no intentamos cambiar, nuestra vida no va a cambiar.
«Quien siembra vientos, cosecha tempestades.» (refrán popular)
Vivir en el error significa no beneficiarse de las dádivas que el Padre otorga a todos los que se esfuerzan por hacer frente a la vida dentro del plan establecido. Practicar las falsas creencias nos hacen vivir tribulaciones, aflicciones, conflictos, calamidades, etc. Esos comportamientos pueden ser temporales si decidimos iniciarnos en la lectura del manual correspondiente, si seguimos la señal, si hacemos la voluntad del Padre, si aceptamos que por fin deseamos despertar y salir del error. Esos deseos nos van a traer nuevos vientos de libertad, fuerza de voluntad y disponibilidad para ejercer la fraternidad y el altruismo. Reconocer de manera sincera y humilde los traspiés y las faltas cometidas es dar el primer paso hacia la liberación, hacia el cambio, hacia una nueva vida.
Hay que considerar que cuando nos introducimos en el agua cristalina, sucios del barro de los errores, seguramente ensuciaremos las aguas limpias y nunca terminemos de limpiarnos. No es fácil limpiarse de ese lodo, cuesta limpiarse antes de bañarte limpio de fango en la piscina transparente. Salir de nuestros errores es difícil de reconocer, porque hemos vivido durante un tiempo más o menos largo en la confusión, entre conflictos y ese modo de vida que se ha acomodado a vivir con nosotros. Es así y es algo establecido en nuestra vida. Es muy importante ir cambiando poco a poco el modo de pensar, la forma de expresarnos y las acciones de nuestro diario vivir.
Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras.
Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos.
Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos.
Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino.
(M. Gandhi)
Si a esto le sumamos nuestra fuerza de voluntad, al ego que ha nacido de todas las experiencias vividas con anterioridad le quedan los días contados. Él va a tratar de convencernos una vez más de que no es difícil salir de esos errores, va a intentar disuadirnos de que sí se puede salir por nuestros propios medios de las faltas, los traspiés, los desaciertos, etc., y lo va a intentar hacer como siempre: planteándonos salidas de fácil autoconvencimiento, pero siempre falsas.
Gracias a Dios, esa señal audible penetra dentro del corazón. Ese guía anida en la cima del nivel superconsciente de nuestra mente y no está dispuesto a abandonarnos. Él va a hacer lo indecible para orientarnos con ideas que debemos saber transformar en buenos pensamientos. Él va a plantar cara a nuestro adversario, el ego. Va a hacernos ver cuánto puede llegar a equivocarnos el ego si nos dejamos arrastrar por sus incompetentes consejos.
Si depositamos toda la confianza en ese nuevo ser que ha aparecido como consecuencia de haber escuchado esa señal que proviene de lo más profundo de la Creación, de ese cosmos inconmensurable, tenemos ganada la partida. Daremos jaque mate al ego. De haber llegado a esos límites del tablero, podremos decir que todas y cada una de las partes más pequeñas de nuestro cuerpo han quedado impregnadas por el gran aliento del espíritu. Nuestra biología es posible que mejore. «Mens sana in corpore sano». Nuestra educación y sabiduría llegará a conocimientos elevados y el ámbito de nuestras relaciones se moverán en los círculos fraternos.
Por último, si depositamos toda nuestra esperanza y confianza en ese poder que posee ese espíritu guía que representa a nuestro Dios, nuestro Padre Universal, que vive dentro de nosotros, reconociendo que Él es la verdad, esa verdad que ha estado oculta ante nuestra consciencia humana que nos ha llevado a vivir en las falsas creencias y condenados errores.
Él posee cualidades para hacernos comprender que la ciencia ayuda, la religión une y la filosofía equilibra. Una vez que hemos decidido evolucionar bajo estas premisas, no resulta difícil desarrollar pautas de comprensión y comportamiento que puedan hacer de nuestra vida ejemplo para los demás.
No tengamos vergüenza en reconocer su poder y su valía, aceptemos de buen grado que puede transmitirnos su divinidad a lo largo de nuestra andadura junto a Él. No nos escandalicemos al pensar si podemos resultar pesados solicitándole sus servicios para que nos ilumine en los oscuros momentos en los que nos toca tomar decisiones con cierta responsabilidad. Acudamos a Él agradeciéndole nuestras buenas situaciones y solicitándole perdón por los errores cometidos. Depositemos en Él nuestros asuntos para que, con su magnificencia, los establezca en el orden correspondiente.
La existencia de Dios no podrá probarse nunca mediante experimentos científicos ni mediante la razón pura de la deducción lógica. Dios solo se puede comprender en el ámbito de la experiencia humana. Sin embargo, el verdadero concepto de la realidad de Dios es razonable para la lógica, plausible para la filosofía, esencial para la religión e indispensable para cualquier esperanza de supervivencia de la personalidad. 1:2.7 (24.5)
A partir de aquí y ahora, ya estamos preparados para posicionarnos en la línea de salida. Estamos preparados para iniciar la carrera más importante y de mayor trascendencia de nuestra vida, además de que posiblemente sea la única, pues quizás no haya oportunidad, por lo menos en esta vida y en este mundo.
No obstante, no esperemos grandes acontecimientos, no nos imaginemos ni por un momento que las experiencias que vamos a vivir va a ser espectaculares, para nada vamos a sentir de un modo especial esa relación con el espíritu. Eso sucede de un modo silencioso, sin ruidos, sin sobresaltos u otras formas o modos de advenimiento.
Lo primero que vamos a percibir de su presencia es una paz, una armonía y una felicidad que anteriormente nunca habíamos experimentado. Él ya se encuentra dentro: bueno, mejor dicho, ya se encontraba, digamos que la señal lo ha «activado».
Él ya es colaborador dinámico de nuestros asuntos, tan solo hay que solicitarle ayuda para que nos vaya guiando en esa sorprendente aventura sin fin. Para que nos alumbre cuando el camino se oscurezca. Para que todas y cada una de las células de nuestro cuerpo se empapen de un bienestar saludable. Para que nuestra alma alcance a discernir una fe distinta a la anterior, una fe que va a hacer de todas esas nuevas verdades producto de la comunión con nuestro espíritu, con Dios, con nuestro Padre Universal.
Ahora ya vamos a comenzar a ser unos nuevos seres. Lo éramos en potencia, pero a partir de ahora nos iniciamos en la experiencia de vivir todo ese potencial: nos vamos a ir actualizando en la realidad.
Pensemos que nos iniciamos por primera vez aquí en la tierra con la ayuda del Espíritu de Dios en la interminable aventura (la carrera ascendente), la que traspasa el umbral de la muerte para resurgir por medio de nuestra alma en un mundo nuevo y con un nuevo cuerpo, donde la realidad se desarrolla de un modo mucho más tangible.
El Ajustador va a continuar con nosotros, nos va a seguir acompañando, no van a existir grandes diferencias ni grandes variaciones. Al lugar ya llegamos aleccionados desde aquí, desde la tierra, siempre que hayamos desarrollado todas y cada una de las operaciones con arreglo a las indicaciones del manual revelado. Seguro que no vamos a encontrar grandes dificultades.
Ya podemos decir que, llegados a este punto, estamos preparados para saber de lo revelado. Saber de muy buena tinta que ese manual revelado a la humanidad, nos puede hacer mucho bien y sin ninguna duda va a ayudar a transformarnos, dado que en él vamos a encontrar todos los hechos, significados y valores que todos los seres humanos deberíamos saber igual que nos sabemos todas las letras del abecedario.
Hablamos de El libro de Urantia.
Un libro revelado a la humanidad para su transformación.