Podemos ver en nuestra naturaleza humana que el cambio nos cuesta, vemos como muchas personas no hacen un cambio y buscan evitarlo hasta que las cosas se ponen tan feas y se sienten tan mal que ya no pueden seguir como de costumbre.
Esto es un punto observable y certero a nivel individual y a nivel social. Hemos de sufrir una crisis, un trauma, una pérdida, una enfermedad o una tragedia para ponernos a analizar quiénes somos, qué estamos haciendo, cómo estamos viviendo, qué estamos sintiendo y en qué creemos o qué sabemos para cambiar de verdad.
Con frecuencia ha de darse la peor situación posible para que comencemos a hacer cambios positivos para la salud, las relaciones, la profesión, la familia y el futuro. Pero el mensaje es: ¿por qué esperar a que eso pase?
Podemos aprender y cambiar debido a un estado de dolor y sufrimiento, o evolucionar viviendo en un estado de felicidad e inspiración.
La mayoría hacemos lo primero. Para elegir lo segundo, hemos de concienciarnos de que el cambio seguramente comportará cierta incomodidad, algunos inconvenientes, una alteración en nuestra rutina habitual y una etapa de desconocimiento.
La mayoría ya conocemos la incómoda sensación de ser principiantes en alguna cosa. De pequeños pasamos por varias etapas hasta que aprendemos a leer con fluidez. Cuando aprendíamos a tocar el violín o la batería, nuestros padres seguro que desearon, con la cabeza como un bombo, poder ponernos en una habitación insonorizada. Podemos pensar también en el pobre paciente al que para extraerle sangre le toca un estudiante de medicina que, a pesar de tener los conocimientos requeridos, todavía le falta práctica.
Asimilar conocimientos (saber) y adquirir después la experiencia práctica aplicando lo aprendido hasta que la habilidad se convierta en tu segunda naturaleza (saber cómo) es seguramente el proceso que seguiste para adquirir la mayoría de facultades que ahora forman parte de ti (el conocimiento). De la misma manera, aprender a cambiar nuestra manera de mirar y ver la vida, un nuevo mapa o unas nuevas gafas para interpretar la realidad de nuestra vida, comporta unos conocimientos y la aplicación de esos conocimientos, y es un camino que requiere más y más práctica.
Ojalá queramos transitar este cambio de paradigma, este cambio de visión de la vida sin la necesidad de pasar por los estados de dolor y sufrimiento.
(Assumpció Salat Bertran)