131:3.7 (1447.4) «… La inmortalidad es la meta de la sinceridad; … Los sinceros no mueren».
Al igual que muchos otros lectores, existen numerosas citas que podría haber elegido como favorita para comentar, pues El libro de Urantia está lleno de auténticas perlas de sabiduría que a menudo nos cautivan y nos estremecen. Pero elegí esta de la sinceridad por la importancia de este valor en nuestra vida y en nuestra ascensión por el universo, y por la falta de sinceridad en el mundo.
Sinceridad aparece tantas veces en el libro como verdad o amor. Deriva del latín sincerĭtas y la Real Academia de la Lengua Española la define como «sencillez, veracidad, modo de expresarse o de comportarse libre de fingimiento». Otros sinónimos del término son honestidad, autenticidad, honradez, buena fe, transparencia, rectitud, candidez, ingenuidad, integridad, seriedad, buenas intenciones…
Como vemos, la sinceridad está en la raíz de muchas otras virtudes morales e implica nobleza en nuestras relaciones, tanto con los demás como con nosotros mismos. Y esto es muy importante y de gran liberación porque ser sinceros aumenta nuestra autoestima, hace que abandonemos muchas poses «fingidas» o el deseo de ser otra persona y, una vez nos aceptamos como somos con total honestidad, podemos comenzar a mejorar nuestros defectos y a alinearnos con nuestras acciones. Los demás nos verán también como alguien en quien poder confiar y aportaremos una base sólida para entablar cualquier amistad, incluida la amistad con Dios.
Ser sinceros implica también un equilibrio en nuestras relaciones, ya que el exceso de sinceridad puede dañar al otro: «…la sinceridad cumple su mejor función en el trabajo del reino cuando está unida con la discreción». 181:2.21.
Discreción y sinceridad deben, pues, ir de la mano, y debemos estimular y conservar en los más pequeños esa cualidad tan innata que poseen, pero a la vez debemos advertirles pronto que no deben decir todo lo que piensen, aunque sea verdad, y que deben ser prudentes y actuar con los demás tal y como desearían que actuaran con ellos. Nosotros tampoco debemos olvidarlo.
Y lo más importante: sin sinceridad, sin esa actitud de los niños pequeños que tanto elogiaba Jesús, no podremos conocer a Dios en nuestra experiencia personal, experimentarlo, sentirlo… tan solo podremos creer en Él por la fe; por eso la sinceridad es la llave del reino de los cielos dentro de nosotros, como nos dicen los Documentos.
De ahí también que Jesús «mucho valoraba la sinceridad —un corazón puro» 140:8.2, y que «Dios nunca olvida la sinceridad». 131:1:6 (1443.2)