Más allá de cualquier tipo de creencia (incluso el ateísmo es una creencia), nuestra sociedad nos impulsa a buscar la felicidad.
Incluso hay quienes piensan que el mayor logro del ser humano es poder sonreír, mantenerse feliz incluso frente a la adversidad, y eso es algo que yo también comparto.
El logro de la felicidad es la máxima expresión de nuestro logro como ser humano, y suele ir acompañado de una clara conciencia de que su consecución ha de ir de la mano de tratar día a día de alcanzar una mejorada versión de nosotros mismos, es decir, el logro de nuestra mejora evolutiva como ser humano, en definitiva la búsqueda de la perfección.
Y en nuestra búsqueda nos gustaría recibir alguna indicación, alguna pista de por dónde deberíamos investigar, de cómo deberíamos abordar esa tan deseada «felicidad».
Permitidme proponeros este párrafo de El libro de Urantia, que nos regala una magnífica receta para conseguir nuestros propósitos:
(1766.8) 159:3.12 Una vez que mis hijos se hagan conscientes de la certeza de la presencia divina, esa fe abrirá su mente, ennoblecerá su alma, fortalecerá su personalidad, aumentará su felicidad, intensificará su percepción espiritual y realzará su poder para amar y ser amados.
Nos invitan a un trueque, a un intercambio: si tomamos la decisión de aceptar la revelación de que hay una presencia divina en nosotros y en nuestros semejantes, y decidimos consciente y libremente dejar que esta fe (creencia en acción) trabaje en nuestra vida, a cambio tendremos no solo esa felicidad que tanto deseamos como seres individuales y como sociedad, sino un montón de beneficios extra.
Simple y fácil, ¿no?