El estado del mundo es patético y lamentable, pero todas las cosas tienen sus causas y efectos. Las malas acciones del mundo y las personas en general traen sus consecuencias y eso lo vemos claramente en guerras, corrupción política, desigualdades económicas tremendas, nacionalismos corruptos, ceguera política… y todas estas cosas se basan en el egoísmo y los intereses propios.
¿Crisis? ¿COVID-19? ¿Conspiraciones? ¿Pobreza y riqueza? ¿Los amos del mundo? ¿Partidos políticos con soluciones mágicas para arreglar las cosas? Tal como va el mundo mucha gente ya está harta de oír siempre lo mismo, y todo esto no se va a solucionar de ninguna manera y seguirá siendo una pérdida de tiempo hasta que no haya un cambio radical serio y profundo. Un cambio de valores morales, intelectuales y espirituales, y por más vueltas que le den a todo eso este mundo va a seguir igual sino se buscan otros valores y otras formas de gobernar y hacer las cosas.
Hay demasiada tendencia a echarle la culpa siempre a los demás: al político de turno, a los problemas económicos, a los medios de comunicación, a conspiraciones, etc. Este mundo no va a progresar hasta que cada individuo aprenda a ser responsable de sí mismo y comprenda que la calidad de una sociedad mejor la tiene que poner en práctica él mismo en primer lugar y en su propia vida.
El mundo es tal como lo hacen los humanos, y punto. «Son los pueblos los que hacen las civilizaciones; las civilizaciones no hacen a los pueblos.» (76:6.4)
Una sociedad mejor solo se va a conseguir cuando la gente esté dispuesta en serio a buscar los altos valores universales del amor y los valores espirituales contenidos en las incomparables enseñanzas no adulteradas ni manipuladas de Jesús de Nazaret.
Las civilizaciones elevadas nacen de la correlación sagaz entre la riqueza material, la grandeza intelectual, el valor moral, la habilidad social y la perspicacia cósmica. (81:6.38)
Una de las cosas más importantes de la vida humana consiste en averiguar lo que Jesús creía, en descubrir sus ideales, y en esforzarse por alcanzar el elevado objetivo de su vida. De todos los conocimientos humanos, el que posee mayor valor es el de conocer la vida religiosa de Jesús y la manera en que la vivió. (196:1.3)
Los hombres de muchas generaciones posteriores han dicho las mismas cosas. Incluso en la época más iluminada de las presentes revelaciones, muchos hombres inteligentes y con buenas intenciones sostienen que la civilización moderna no podría haberse construido sobre las enseñanzas de Jesús — y en parte tienen razón. Pero todos esos escépticos olvidan que se podría haber construido una civilización mucho mejor sobre sus enseñanzas, y que alguna vez se construirá. Este mundo nunca ha intentado seriamente poner en práctica, a gran escala, las enseñanzas de Jesús, aunque a menudo se han hecho intentos poco entusiastas por seguir las doctrinas del llamado cristianismo. (154:4.6)
La esperanza de una civilización mejor solo se puede conseguir a través del valor universal del amor y buscando como prioridad el valor último y universal que es Dios, la fuente infinita de todas las cosas y de los valores universales y eternos. Sin amor, sin Dios, esta sociedad seguirá caminando a la deriva. Si quiere progresar y caminar hacia una sociedad mejor, el mundo debe tomarse más en serio las buenas nuevas del evangelio de Jesús de Nazaret, no manipulado ni adulterado. Los escépticos de mente materialista y no espirituales siempre dirán que no se puede hacer una sociedad mejor sobre las enseñanzas de Jesús.
La religión de Jesús fomenta el tipo más elevado de civilización humana, en el sentido de que crea el tipo más elevado de personalidad espiritual y proclama la condición sagrada de esa persona. (194:3.7)
El desafío para esta época moderna, si se quiere acabar con la mayoría de los males en el mundo, consiste en la regeneración y transformación mental, intelectual y espiritual de las gentes de este mundo.