IX Encuentro de lectores – Aluenda (Zaragoza), 2010

Fecha: Del 7 al 9 de mayo de 2010
Lugar: Aluenda (Zaragoza)

Los días 7,8 y 9 de mayo, Sheila Keene-Lund (natural de Vigo pero afincada en EE.UU. y lectora de El libro de Urantia desde hace muchos años) ha compartido con lectores españoles un seminario-taller en Aluenda, un pueblecito de la provincia de Zaragoza situado cerca de Calatayud.

Basándose en su libro Heaven is not the last stop (El cielo no es la última parada), ha tratado de hacernos comprender durante estos tres días que, después de habernos leído El libro de Urantia, para calmar las ansias que todo lector siente de divulgar su lectura, debemos primero reflexionar acerca de qué se ha aprendido de ese texto y qué nos motiva a actuar como resultado de ese aprendizaje.

Sabiamente, Sheila comenzó proporcionándonos un mapa experiencial para la vida, un prototipo para el desarrollo progresivo del carácter y la perspectiva cósmica esencial para vivir la regla de oro desde su nivel de interpretación más elevado.


Dicho plano aporta a los que participan de ello, la oportunidad de practicar la exposición de sus experiencias con El libro de Urantia en un ambiente deseable, amistoso y social invitando a su lectura de un modo independiente espontaneo y constructivo. También facilita a los participantes un marco universal para el desarrollo espiritual que satisface las aspiraciones intelectuales, morales y espirituales de todos los que lo adoptan, sin tener en cuenta nacionalidad, religión, cultura o raza, debido a la conexión profunda y sincera que inspira con lo divino, de modo que el servicio se convierte en la respuesta instintiva de una perspectiva espiritualmente reverente.

El plan igualmente ahonda en el significado del desarrollo espiritual y te lleva a descubrir una apreciación renovada hacia un marco de pensamiento donde vivir la religión de Jesús. Viene a ser cómo un bálsamo universal para el espíritu que impulsa en los participantes la pasión por el autodesarrollo equilibrado e intencional, con el propósito de convertirse en lo mejor que puedan ser en beneficio de esta generación y de las siguientes.

Estos aspectos tratan de cultivar la inteligencia universal y la perspectiva cósmica y nos lo hizo ver mediante el ejemplo de aprender una nueva lengua o un nuevo idioma en el que hay que educarse en una nueva gramática, en una nueva pronunciación, y en una nueva escritura. En el fondo, se intenta pues desarrollar nuevas capacidades intelectuales, morales y religiosas.

Nos comentó que el resultado de estas habilidades es un renovado carácter dentro de la personalidad del ser y vino a decirnos que, puestos a la práctica diaria, esto implica trabajo y esfuerzo. Querer desarrollar el plan, poder con esa responsabilidad y comprometerse en elevar la capacidad espiritual. Nada es gratuito.

Sheila vino a decirnos que nuestras experiencias comienzan en la tierra, continúan a través de un universo multidimensional para concluir en la eternidad. Que a lo largo de esa andadura nuestro único compromiso debiera ser encontrar y conocer al Padre Universal, con el propósito de creer en nuestra semejanza con Él.

Tener conciencia del Padre requiere desarrollar en justa proporción la capacidad de tres reacciones innatas en la mente cósmica:

  1. Discernimiento científico
  2. Conciencia moral
  3. Intuición espiritual

Nos recordó que, para llevar a buen puerto esta misión, o sea el éxito del plan, no debemos nunca olvidarnos de la dedicación y el esfuerzo diarios. Y me viene a la memoria aquello que me enseñaron hace años:

Si dejas de practicar un día, tú notarás la diferencia.
Si dejas de practicar dos días, lo notarán los que te critican.
Si dejas de practicar tres días, lo notarán todos los que te conocen.

Incrementar el desarrollo intelectual – el discernimiento científico – es elevar la calidad de nuestra forma de pensar a la vez que exploramos nuestras creencias y las de los demás en función de lo que nos revela El libro de Urantia.

Acrecentar el altruismo y la ética – la conciencia moral – es ennoblecer la disposición, las intenciones y los objetivos, desarrollando madurez emocional. Estos aspectos hacen reconocer y poner atención en aquellos modelos de proceder que no ayudan al crecimiento de una personalidad equilibrada.

Aumentar el concepto religioso – la intuición espiritual – es expandir conceptos de comunión, como son la meditación, la oración y la adoración. Esto ayuda a sincronizarte con la divinidad del Ajustador residente, aumentando la alegría de vivir y las diversiones honestas.

En la práctica, Sheila nos expuso que para desarrollar la conciencia divina (o sea ciencia, filosofía y religión) debemos tener en cuenta:

  • Fe e intención
  • Medida
  • Valoración
  • Normas
  • Acción

Fe e intención: Son como los pilares de nuestra personalidad. Poseer una fe viva nos ayuda a obtener una personalidad proporcionada y consciente del Padre. Tener la intención de expresar las cualidades de la divinidad y vivir como miembro de la fraternidad espiritual de los hijos de Dios en la tierra es hacer la voluntad del Padre.

Medidas: Perseverancia cada vez mayor en el desarrollo de la personalidad. Es progreso individual reflejado en la sociedad mediante la unidad y la cooperación religiosa. Esto ayuda a la coexistencia pacífica y al avance social entre todas las naciones.

Valoración: Ostentar un criterio invariable para valorar los pensamientos, las palabras y las acciones. Esto hace que prospere nuestra alma humana y ayuda a acercarnos al Padre.

Normas: Estas tareas deben ir encaminadas a tratar a todos los seres humanos con una actitud compasiva y comprensiva de un padre sabio y cariñoso, así cómo saber mantener siempre la cualidad de un estudiante, aún sabiendo que enseñamos a otros.

Acción: Es el compromiso responsable para lograr los objetivos deseados. El propósito de desarrollar la conciencia divina es para estar completamente preparados y de ese modo favorecer con nuestros mejores esfuerzos el avance de la civilización. Este es el reto, la responsabilidad y el privilegio de cada generación.

Sheila concluyó el encuentro recomendándonos que cada vez que se tenga la oportunidad de acercarnos a un semejante con la intención de compartir con él El libro de Urantia, siempre que antes hayamos realizado los “deberes” correspondientes, nos dirijamos a él con una actitud humilde y compresiva, usando el discernimiento y sin negar nunca lo que nos diga según sus creencias, sino más bien complementando con dulzura y astucia los argumentos que nos exponga. Aconsejó adquirir el hábito de considerar que aquello que oigamos de nuestros hermanos con lo que no estemos de acuerdo, no lo consideremos como incorrecto sino más bien incompleto.