Ser uno mismo
Un año más, las esperadas fiestas navideñas nos traen los días cortos, el frío en el rostro y numerosas y hermosas estampas en la naturaleza: el muérdago luce sus frutos, los abetos adornan nuestras ciudades, la flor de pascua ilumina nuestros hogares con su rojo intenso o el hielo destella al amanecer.
También nos trae un año nuevo, el 2024, un año que recién estrenamos ahora en enero. Un año que todavía desprende el olor de nuestros hermosos deseos navideños: nuestro deseo de cuidar lo bello, buscar lo verdadero, ofrecer al mundo lo mejor de nosotros mismos.
Estos mensajes de buenos deseos navideños, estos mensajes que hablan de la «llegada de un Salvador», de abrir nuestro corazón, chocan radicalmente con muchos mensajes que nos rodean en redes sociales y medios de comunicación, todos ellos en manos de grandes multinacionales a las que no les interesa empoderar a los seres humanos o buscar su liberación aludiendo a la trascendencia en nuestra vida. En la TV, en Instagram, hablar de Dios o de nuestra chispa divina todavía no está muy bien considerado. Hablar de la muerte y de lo que hay detrás de ella en nuestro trabajo o con amigos puede sonar raro o sospechoso, pero eso es precisamente lo que necesita el mundo tras las navidades: traer lo cotidiano a esa luz que sabemos necesita para transformarse.
Un mes más, seguimos con nuestro número de Luz y Vida, intentando aportar nuestras mejores ideas y sentimientos para conseguir acercar a la realidad la nueva humanidad que el mundo necesita, para hacer más palpable la utopía que nos guía en nuestro camino. Dicho de otra manera: «El cielo en la Tierra».
¿Te unes a nosotros? Te invitamos un mes más a leer nuestras sugerencias y aportaciones, a desentrañar entre tantas palabras alguna luz, alguna emoción que inspire vuestro caminar. Porque ¡qué gran poder tienen las palabras!
Había una vez una palabra
redonda, entera, brillante.
Adentro de la palabra estaba el mundo.
Y en el mundo estábamos nosotros,
diciéndonos palabras.
(Graciela Montes)
En este número podéis cuatro interesantes trabajos de la página web:
- Jesús, hombre y mito (Dick Bain)
- Testimonios de lectores de El libro de Urantia (recopilados por Saskia Praamsma)
- La evolución y el progreso (Eduardo Altuzarra)
- El impacto cultural de El libro de Urantia en los próximos 50 años (Meredith Sprunger)
Continuamos con las secciones divulgativas de la «Crónica de la vida de Jesús» (documento 151) y la «Guía de El libro de Urantia para niños»: Jesús a los 16 años.
Luis García Bory nos responde muy amablemente el Cuestionario urantiano.
Estamos de celebración, pues el grupo de estudio de Barcelona cumple ¡20 años de reuniones y hermanamientos! ¡Enhorabuena!
Luis Alfonso Rojas nos explica cuál es «Mi párrafo favorito» del libro azul.
En la sección «Otros libros de crecimiento espiritual» os traemos el reciente y muy esclarecedor Dios: La ciencia, las pruebas (Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies).
Y no nos olvidamos de anunciar actividades de grupo virtuales como por ejemplo los nuevos cursos de la Escuela Internacional de El libro de Urantia (UBIS) y las «charlas urantianas» del mes de enero: por un lado tendremos un debate sobre las posibilidades de la IA y también tendremos en la sala Zoom un análisis de la actualidad, nuestro camino hacia la luz y vida.
Ven con nosotros y exploraremos tantas posibilidades de crecer y aprender juntos, un mes más, en este boletín. Vuestro boletín, pues estamos abiertos a vuestras aportaciones y sugerencias.
Comencemos pues…
Todo parecía muy bonito en lo que respecta al nacimiento de Jesús, poblado de serafines que cantaban himnos, anunciaciones a mujeres sorprendidas o pintorescos sabios sacerdotes de Ur. El nacimiento del héroe, sin embargo, va siempre acompañado de peligros y amenazas de muerte. No puede ser de otro modo: no hay esperanza que se abra sin que antes o después sea amenazada, puesto que siempre hay quien duda, quien no quiere. Siempre hay alguien que lucha para que todo quede como está. Que no haya cambios.
Pero incluso entre los miembros de la corte de Herodes había creyentes en el Mesías venidero. Uno de ellos, al enterarse de la orden de asesinar a los niños de Belén, informó a Zacarías que a su vez envió un mensajero a José, y la noche anterior a la matanza José y María salieron de Belén con el bebé hacia Egipto, camino de Alejandría. Se fueron solos con Jesús para no atraer la atención. Zacarías les proporcionó el dinero para el viaje a Alejandría, donde José trabajó en su oficio y María y Jesús se alojaron con unos parientes adinerados de la familia de José. Allí vivieron dos años completos y no volvieron a Belén hasta después de la muerte de Herodes. 122:10.4
José se ve obligado a tomar a la madre y al hijo pequeño y a partir, salir de la propia tierra, escapar de lo consabido, desinstalarse y comenzar de nuevo. Pero no se trata de un punto y aparte (como si lo anterior no valiera para nada): es un punto y seguido, puesto que José debe llevarse consigo al niño y a la madre. Se lleva el pasado y el futuro, la tradición y la renovación, la fidelidad y la creatividad. Esos elementos se lleva José en la mochila y emprende el viaje a Egipto. Un gran bagaje para recomenzar, rumbo a lo desconocido.
El problema está en que casi todos preferimos quedarnos donde estamos: ya no somos tan jóvenes (nos decimos), aquí estoy, al fin y al cabo, bastante bien. ¿No lo estropearé todo si me muevo? ¿No es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer?
Esta actitud inmovilista, muy extendida, es letal para la vida espiritual. Pensemos por un momento: si José no hubiera querido emigrar hacia Egipto, el resultado habría sido el homicidio del niño. Herodes, el rey, lo habría asesinado, como a los demás niños inocentes de su edad. Realmente, nos morimos si no introducimos periódicos éxodos en nuestras vidas.
Quien no huye de lo convencional, lo trillado, lo masificado, pone en peligro su alma, su singularidad. Ese tesoro personal que cada uno de nosotros guarda en su interior es algo sumamente delicado. En realidad, basta poco para arrinconarlo y olvidarnos de él. Los muchos reyes Herodes de este mundo acaban con él: lo desvirtúan con estrategias sistemáticas para dejarnos ciegos y sordos, lo pervierten o minimizan, convirtiéndolo en un recuerdo infantil o un residuo del pasado.
Ante el nacimiento de un nuevo rey, Herodes teme ser suplantado. El ego siempre teme ser desplazado por el verdadero yo, por nuestro verdadero ser. El nacimiento de nuestro niño interior siempre es peligroso, pues el ego es amenazado. En la batalla que se libra en nuestro interior, entre el rey y el niño, ¿quién saldrá finalmente vencedor? Lo que hemos construido durante tantos años, ¿se caerá como un castillo de naipes por algo insignificante? Eso es lo que pensaríamos cuando somos Herodes, cuando no queremos que nada cambie, cuando queremos que el estatus de las cosas permanezca igual.
No queremos destacar y ser diferentes a los demás. No es fácil ser fiel a nuestra propia voz interior, la auténtica, a ese niño tan valioso. Nadie quiere nadar contracorriente pues resulta incómodo, fatigoso y difícilmente llegamos lejos. Nos pueden calificar de raros, de no ser «uno de los nuestros», de ser marginales…
Pero no es que nos hayamos apartado, sino que nuestro interés por Dios (el silencio, la espiritualidad, como lo quieras llamar) te hace entrar en otra esfera: lees otros libros, vas con otras personas, pasas tu tiempo libre de otra manera. Caminamos en pos de nuestra propia voz, vamos por caminos inexplorados, empezamos a ser nosotros mismos.
Los que seguimos a Jesús de Nazaret vamos con alguien que escuchaba su propia voz. Quisiéramos crecer de forma sensata, sin accidentes, sin tropiezos o críticas, pero seguimos a alguien que, para el mundo, era un fracasado. Su familia lo tomó por loco. Su pueblo lo llevó al patíbulo. El poder religioso y político de su tiempo lo sentenció y se lo quitó de en medio. Sus discípulos lo abandonaron. ¿Cómo no puede fracasar quien pretende cambiar el fundamento mismo de la sociedad, quien aspiraba a disfrutar en libertad la relación con Dios, sus hermanos y la naturaleza?
Como ya dijimos más arriba, el nacimiento del héroe va siempre acompañado de peligros y amenazas de muerte. No puede ser de otro modo: no hay esperanza que se abra sin que antes o después sea amenazada, puesto que siempre hay quien duda, quien no quiere; siempre hay alguien que lucha para que todo quede como está.
¡Pues menuda tarea tenemos los seres humanos! Ser fieles, como Jesús, a nuestra propia voz interior, a nuestro niño interior, frente a un mundo que quiere que seamos homogéneos, materialistas, planos. ¡Hay tantos Herodes que ponen en peligro nuestra voz propia! ¡Hay tantos elementos en el mundo para distraernos y olvidar lo que somos realmente! ¡Hay tantas circunstancias que nos pueden hacer sentir que estamos solos en el universo y desvalidos!
Su fe [la de Jesús] no era inmadura ni crédula como la de un niño, pero en muchos aspectos se parecía a la confianza sin sospechas de la mente de un niño. Jesús confiaba en Dios como un niño confía en sus padres. Tenía una profunda confianza en el universo, la misma confianza que tiene un niño en su entorno parental. 196:0.11
Señor, querido Maestro, si te manifestaras ahora con rotundidad (como tantas veces queremos) no habría historia: todo sucedería de una vez, no habría un antes y un después, no habría un crecimiento en la madurez ni una progresión en el amor. ¡Dios mío, estás enamorado de la historia, del tiempo! Eres un Dios al que le gusta la pedagogía. Eres un Dios enamorado de nosotros y construyes con cada uno de nosotros, como un divino estratega, una historia de amor. Construyes con todas nuestras voces únicas una hermosa sinfonía de alcance infinito. Todos unidos, todos únicos.
Bayazid, el santo musulmán, actuaba a veces deliberadamente en contra de las formas y ritos externos del islam. Gustaba de mostrar su forma propia, no convencional, de entender la unión con Dios. Sucedió una vez que, volviendo de La Meca, se detuvo en la ciudad iraní de Rey. Los ciudadanos, que le veneraban, acudieron en tropel a darle la bienvenida y ocasionaron un gran revuelo en toda la ciudad.
Bayazid, que estaba harto de tanta adulación, aguantó hasta llegar a la plaza del mercado. Una vez allí, compró una hogaza de pan y se puso a comerla a la vista de sus enfervorizados seguidores. Era un día de ayuno del mes de Ramadán, pero Bayazid consideró que su viaje justificaba plenamente la ruptura de la ley religiosa.
Pero no pensaban igual sus seguidores, que de tal modo se escandalizaron de su conducta que inmediatamente le abandonaron y se fueron a sus casas. Bayazid le dijo con satisfacción a uno de sus discípulos: «Fíjate cómo, en el momento en que he hecho algo contrario a lo que esperaban de mí, ha desaparecido la veneración que me profesaban».
Jesús escandalizó completamente a sus seguidores por parecidos motivos.
Las multitudes necesitan un santo a quien venerar, un influencer a quien seguir, alguien que piense por ellos. Mejor que pensar por uno mismo o que escuchar nuestra voz más auténtica.
La fe en Dios de Jesús era sublime y sin reservas. Experimentó los altibajos corrientes de la existencia mortal, pero nunca puso en duda su certeza religiosa de estar bajo la guía y el cuidado vigilante de Dios. Su fe emanaba de una visión interior nacida de la actividad de la presencia divina, el Ajustador que moraba en él. Su fe no era ni tradicional ni meramente intelectual; era enteramente personal y puramente espiritual. 196:0.1
A por este reto, pues. A tratar de ser uno mismo, como hizo el propio Maestro hace siglos.
La teología puede fijar, formular, definir y dogmatizar la fe, pero en la vida humana de Jesús la fe era personal, viva, original, espontánea y puramente espiritual. 196:0.5
Es un magnífico reto para este nuevo año, el 2024.
¡A por todas, pues!