Uno de los párrafos que más me ha llenado es el siguiente:
Aprenderéis que aumentáis vuestra carga y reducís vuestras posibilidades de éxito si os tomáis demasiado en serio. Nada tiene prioridad sobre el trabajo en la esfera en la que estéis situados, ya sea en este mundo o en el próximo. El trabajo de preparación para la esfera siguiente y más alta es muy importante, pero nada es tan importante como vuestro trabajo en el mundo en el que os encontráis viviendo. Sin embargo, aunque el trabajo es importante, el yo no lo es. Cuando os sentís importantes perdéis energía en el desgaste natural de la dignidad del ego, de manera que queda poca energía para hacer el trabajo. No es la importancia del trabajo sino la importancia de sí mismas lo que agota a las criaturas inmaduras. Lo que agota es el peso del yo, no el esfuerzo del logro. Podéis hacer un trabajo importante si no os dais importancia. Podéis hacer varias cosas tan fácilmente como una sola si dejáis de lado vuestro yo. La variedad es relajante, lo que desgasta y agota es la monotonía. Uno tras otro, los días corren iguales y siempre con la misma alternativa: la vida o la muerte. 48:6.37 (555.5)
Tengo la fortuna de tener esta joya siempre presente en el trabajo y supone una liberación muy grande. Me facilita mucho la convivencia, y por algún motivo que desconozco parece que esa actitud es percibida y valorada por quienes comparto mi tiempo allí.
En otros ámbitos, sin embargo, no soy capaz de aplicarla como sería deseable. En casa, por ejemplo, me cuesta mucho más aplicarla de forma natural, no sé si porque cada miembro ocupa de forma natural un rol diferente, o por otro motivo. Incluso en los cursos de la UBIS, donde el ego está bien domesticado, tampoco he sido capaz de aplicarla al nivel que me gustaría, pues aun siendo humilde, sigo otorgándome mucha importancia en la meditación de las respuestas, lo cual limita mucho mis interacciones y capacidad de avanzar.
Muchas veces me imagino un mundo aplicando esta simple lección, la de sufrimientos innecesarios que se ahorrarían, la felicidad que se podría conseguir y el salto espiritual tan grande que representaría frente al rodillo excluyente y egoísta. Y no solo en situaciones de guerras o grandes dramas sociales como los actuales, sino también a nivel familiar y personal, en casa. Los miedos y complejos que nos limitan nunca tendrían cabida. Seríamos imparables, capaces de sacar lo mejor de cada personalidad, y de «sorprender» incluso al Supremo con nuestras aportaciones.