Y llegó, finalmente, el último mes de 2023. Un año en el que, estamos seguros, se han producido muchos momentos de crecimiento, alegrías, despedidas, nacimientos, muertes, comienzos y desilusiones. Cada cual podrá reflexionar y valorar cómo ha sido su camino vital este año que ya concluye, pero de lo que estamos seguros en la Asociación Urantia de España es de que ha merecido la pena el trabajo realizado durante estos 12 meses.
Ha merecido la pena retomar las charlas urantianas en la sala Zoom.
Ha merecido la pena el nuevo impulso al Rincón de Urantia y sus debates.
Ha merecido la pena tener en Ciudad Real el magnífico Encuentro Nacional de Lectores de El libro de Urantia (o así nos lo habéis hecho llegar).
Pero sobre todo ha merecido la pena poder contar con tantos lectores de El libro de Urantia que siguen leyendo y apostando por un mundo mejor, renovado y generoso, al igual que anhelaba nuestro querido Maestro. Gracias a vosotros, amigos y amigas, pues la esperanza está con nosotros un año más, una Navidad más.
«Esta sociedad actual en la que vivimos nos tiene adormecidos en un estado de credulidad sobre lo que nos cuentan los medios de comunicación a las grandes masas y el para qué de todo ello. A veces, uno se pregunta para qué tanta información que me devuelve a un estado de putrefacción en mi vida.»
Son llamativas estas palabras de la empresaria y licenciada en Dirección de Marketing y Comunicación Internacional, Ingrid Vitart, en su libro Vida, muerte y resurrección, pues una profesional de la publicidad y la comunicación nos invita a que saltemos por encima de la avalancha de noticias, de la vorágine de la «actualidad», ya que esta no tiene profundidad: la actualidad es plana, corta, llena de datos, de informaciones desconectadas que solo consiguen confundirnos la mente.
El problema está en que muchas veces aquello que nos muestran las redes sociales y los medios de comunicación NO es la realidad TOTAL, siempre hay la doble cara de la moneda, no existe solo una cara. Los medios nos muestran en reiteradas ocasiones una sola cara de la moneda: la de la desigualdad, la de la pobreza del corazón, la del miedo. Sin embargo, existe la dualidad, y es importante exponerlo también en los medios y a la sociedad. El ser humano funciona mucho por evitación e imitación. Estos dos puntos son clave, pues si nos muestran un entorno amable, tendemos a unirnos. En cambio, si nos muestran un entorno amenazante tendemos a evitar situaciones, incluso con otros seres humanos. ¿Os acordáis de la situación social que se planteó con las restricciones por la COVID?
Pues bien, los lectores de El libro de Urantia aportamos esa otra cara de la moneda, esa profundidad o perspectiva tridimensional a los acontecimientos de nuestra realidad. Lo hacemos cuando conseguimos dirigir nuestra mirada hacia el interior, que es donde reside la abundancia y plenitud del ser en su máximo esplendor. Sin embargo, a veces, por el ritmo frenético de nuestro día a día, perdemos esa conexión tan importante con nuestro interior y sobre el valor real de la vida y el para qué hacemos lo que hacemos en nuestro día a día.
¿Sabes un secreto? No estás solo/a. No importa dónde te encuentres ahora, créeme, tu Padre es más grande que cualquier circunstancia. Así lo constatamos en El libro de Urantia, una y otra vez.
Dentro de cada ser mortal de este planeta reside un fragmento de Dios, una parte integrante de la divinidad. Aún no es tuyo por derecho de posesión, pero está planeado ex profeso para ser uno contigo si sobrevives a la existencia mortal. 1:4.3 (26.5)
Él está ahí, y siempre nos espera de vuelta de nuestras distracciones con el mundo, de nuestras pérdidas de conexión y nuestros altibajos, igual que esperó al hijo pródigo.
¿Conoces el cuento de la roca y la montaña? Es un breve relato que aparece en el estupendo libro Ser como Dios, de Michael Berg. Narra esta historia:
Hace mucho tiempo, una roca se desprendió de la montaña a la cual estaba unida, pues la lluvia y el viento la atacaron y comenzó a rodar ladera abajo. Experimentó de esta forma, por primera vez, la individualidad. Era una cosa llamada «roca». Rodó y rodó, y se olvidó de que estuvo unida en algún momento a una montaña inmensa. Esa roca se sentía ahora sola en medio del valle.
Esta es la experiencia humana más dolorosa: la ilusión de individualidad, soledad o separación. Nos creemos solo una roca al no recordar nuestro origen, al no saber para qué estamos aquí, en este planeta.
Sin embargo, hay una misión o tarea mayor que esa sensación de pobreza, escasez o soledad de la roca. ¿No creéis? Esta limitación corporal nuestra, este envase nuestro animal, nos limita más que nos expande, pues concluimos que lo que existe es solo la realidad que vemos. Por ejemplo, creer que estoy lejos, sola, alejada de los demás.
¿Cómo salimos de la limitación de la roca? Muchas veces puede llegar un momento en el que el sufrimiento haga resquebrajar la roca. En esas circunstancias te haces preguntas. ¿No será que formamos parte de algo mayor, de una montaña? ¿Esto que me rodea es todo lo que hay? ¿No será que la montaña te lanzó ladera abajo para lograr un objetivo, tal vez para que des apoyo a los que te encuentres, en vez de seguir quejándote de tus circunstancias, por ejemplo?
Preguntarnos, interrogarnos, hace que salgan grietas en nuestra pequeña roca, y a través de ellas entrará la luz, creceremos. Recordemos estas afirmaciones referentes a la mota morontial:
Las dificultades pueden desafiar a los mediocres y derrotar a los temerosos, pero para los verdaderos hijos de los Altísimos solo sirven de estímulo. 48:7.7 (556.7)
La mayor aflicción del cosmos es no haber estado nunca afligido. Los mortales solo aprenden sabiduría a través de las tribulaciones. 48:7.14 (556.14)
Este proceso de la roca de estar sola, desprendida, sin conexión, pero que consigue volver a sentirse unida a la montaña, en realidad es el camino que vamos a transitar todos los seres humanos. La vida nos carcome a veces, nos acostumbramos a dejarnos arrastrar. El cuerpo y los hábitos tiran de nosotros hacia abajo. Esto es algo que nos ocurrirá muchas veces en nuestra vida en la Tierra, hasta que sintamos realmente dentro de nosotros nuestra «montaña» o conexión. Menos mal que nuestro paciente Padre siempre nos espera y nos festeja nuestra vuelta a Él, como el hijo pródigo que somos:
Y luego el feliz padre, después de conducir hasta la casa al muchacho agotado y dolorido de pies, dijo a sus sirvientes: “Traed al becerro cebado, matadlo, y comamos y celebremos, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado”. Todos se reunieron alrededor del padre para regocijarse con él porque había recuperado a su hijo. 169:1.10 (1852.3)
En la Biblia se narra cómo Abraham escucha una voz que le indica que salga de la casa de su padre y vaya a donde le indica, y él obedece esa vez y se marcha, se mueve. Este patriarca de hace tantos siglos nos muestra la importancia de seguir el llamado al cambio, a marchar más allá de su casa, de su roca pequeña, de su zona de confort. Concretamente, El libro de Urantia habla de que esa llamada la hace un mensajero de Melquisedec a un par de hermanos de Ur:
A las pocas semanas de morir Taré, el padre de Abraham, Melquisedec envió a uno de sus estudiantes, Jarán el Hitita, con esta invitación tanto para Abraham como para Nacor: «Venid a Salem donde escucharéis nuestras enseñanzas sobre la verdad del Creador eterno, y todo el mundo será bendecido en la progenie iluminada de los dos hermanos». 93:5.5 (1019.2)
«Vete a donde te indicaré», dice la Biblia. «Venid a Salem», nos dice El libro de Urantia. Esa es realmente la voz de la montaña, que no quiere que nos quedemos parados en nuestra individualidad, quejándonos del barro que nos rodea o de aquella otra piedra molesta. Es una llamada realmente de retorno a Él.
El ejemplo más claro que tenemos de alguien que sale de su zona de confort, se expone, experimenta problemas y finalmente se une a la «montaña», a nuestro Padre eterno, lo tenemos en nuestro querido Miguel de Nebadon. Es una enseñanza sorprendente de El libro de Urantia la de las sucesivas formas de «materializarse» utilizadas por nuestro Creador en el «cuerpo» de diferentes criaturas de su universo. Un sabio mandato superior, de los Ancianos de los Días, que debía cumplir. Veamos esta esclarecedora cita:
Cuando los Hijos Migueles empiezan su trabajo de organización del universo, sienten una justa y profunda simpatía por los distintos órdenes de seres creados por ellos. Poseen abundantes reservas de misericordia hacia todas esas diversas criaturas, incluso piedad para los que yerran y luchan por mantenerse a flote en el fango egoísta que ellos mismos producen. Pero esas dotes de justicia y rectitud no son suficientes para los Ancianos de los Días. Los regidores trinos de los superuniversos no certificarán nunca a un Hijo Creador como Soberano de un Universo hasta que haya adquirido realmente el punto de vista de sus criaturas por su propia experiencia del entorno donde viven y bajo la forma de esas mismas criaturas. Solo así se convierten estos Hijos en regidores inteligentes y comprensivos. Llegan a conocer a los diversos colectivos sobre los que rigen y ejercen la autoridad del universo. 119:0.6 (1308.6)
Todo un Creador, un Dios, que baja al barro, a la materia, a sus criaturas, para conocerlas desde dentro. No puede haber mayor salida de la zona de confort y asunción de riesgos y peligros.
Y cuando Miguel nació en Belén, ocurrió lo que no podemos concebir:
Hasta ese momento había aparecido siempre como un individuo plenamente desarrollado del colectivo elegido para el otorgamiento, y todos nos emocionamos cuando se difundió desde Salvington la noticia de que el bebé de Belén había nacido en Urantia. Entonces caímos en la cuenta de que nuestro Creador y amigo estaba dando el paso más precario de toda su carrera y arriesgando aparentemente su posición y su autoridad en este otorgamiento como niño indefenso. 119:7.3-4 (1316.6-7)
Con esta perspectiva que nos ofrece El libro de Urantia de los hechos acaecidos en Belén, podemos valorar enormemente lo que hizo nuestro querido Maestro por amor a nosotros:
Josué ben José, el bebé judío, fue concebido y traído al mundo exactamente igual que todos los demás bebés anteriores y posteriores a él, salvo en una cosa: este bebé concreto era la encarnación de Miguel de Nebadon, un Hijo divino del Paraíso y el creador de todo este universo local de cosas y seres. 119:7.5 (1317.1)
Un niño, un bebé judío llamado Josué ben José, nace en unos establos junto a los pesebres de las bestias. Dios no elude lo pequeño y sencillo, la sangre y la paja no le son ajenos a este ser maravilloso, creador de nuestro universo.
Así es la manifestación del espíritu en nuestra vida. Así puede ser la expresión del nacimiento de Dios en nuestra vida estas navidades. Salir de la zona de confort, arriesgar, aprender bajando solo a la tierra, como hizo el Maestro, para retornar después a nuestro Padre.
Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme hasta que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces.
—¿Quién eres tú? —le preguntó el mar a la muñeca de sal.
Con una sonrisa, el mar le respondió:
—Entra y compruébalo tú misma.
Y la muñeca se metió en el mar, pero a medida que se adentraba en él iba disolviéndose hasta que apenas quedó nada de ella.
Antes de que se disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada:
—¡Ahora ya sé quién soy!
Mundos, planetas, viajes, aprendizajes nos esperan en un gran carrusel de experiencias. Y como le ocurrió al Maestro, llegará el momento de verle por fin a Él, de acceder finalmente a la «montaña», a nuestro origen, a nuestro amado Padre y a recibir su abrazo.
Feliz y provechosa lectura de nuestro boletín. Os deseamos que el nuevo año ojalá nos acerque más a la «luz de la vida», a descubrir incalculables tesoros en nuestro día a día, en nuestras fragilidades. Al menos vamos a por ello.
Feliz Navidad
Feliz Año 2024