Lavarnos en el silencio
Una joven monja muy agobiada fue a consultar a su director espiritual:
—Mire, padre, estoy muy preocupada. Es que, cuando estoy mejor en la capilla es cuando no hago nada, ni pienso en nada; simplemente soy.
El sacerdote sonrió.
—No se preocupe, hermana, acaba de descubrir el silencio.
La religiosa no se fue muy convencida. ¿Cómo podía alcanzar aquella paz interior sin pensar, sin reflexionar, sin leer algo? Y sin embargo, estando así simplemente, saboreaba una quietud y una alegría que nunca hasta entonces había disfrutado.
Vivimos más que nunca ensordecidos por el ruido. Hay un ruido exterior que no para: en el bar, en el coche, en casa, en la calle. La radio, la tele, el móvil, el ordenador no paran de emitir y recibir mensajes o publicidad, y esto nos embota los sentidos. Pero hay otro ruido interior más peligroso: el de la mente, que ronronea dentro de nosotros, con las preocupaciones de lo que va a venir, un futuro lleno de miedos porque aún no sabemos realmente cómo será. Una mente que busca y encuentra defectos y problemas por doquier: en el compañero de trabajo, en el marido o en quien piensa diferente a mi forma de ver las cosas. La mente siempre nos contamina con sus ruidos y nos aleja de lo que ES.
Solo el silencio nos libera, pero le tenemos pavor, porque lo identificamos con soledad y vacío y no apreciamos que es una soledad «acompañada» por nuestra chispa divina y un vacío que está realmente «lleno». Escribe Benedetti:
Qué espléndida laguna es el silencio
allá en la orilla una campana espera
pero nadie se anima a hundir un remo
en el espejo de las aguas quietas.
Si nada más levantarnos se enciende la tele en casa y se apaga al irnos a la cama; si las noticias, en su mayoría negativas, nos bombardean día y noche; si el teléfono móvil, la publicidad y las redes sociales se han convertido en nuestro cordón umbilical con la vida, vivimos dentro de una nube de ruidos.
No deja de ser paradójico en un mundo hipercomunicado como el nuestro que la tristeza mayor del hombre provenga de sentirse separado, en definitiva, «solo» en medio de una multitud, solicitado por millones de signos y sonidos.
El silencio cura porque nos conecta con lo que somos, nos devuelve a la unidad con todo, nos une a ese gran Corazón que lo impulsa todo.
El libro azul nos recuerda que paremos y hagamos silencio:
Uno de los grandes problemas de la vida moderna es que el hombre piensa que está demasiado ocupado como para encontrar tiempo para la meditación espiritual y la devoción religiosa. 195:6.7 (2077.3), negrita añadida
Esta hermosa frase de Tagore nos recuerda también la importancia de parar y hacer silencio:
«Pues que se prende en ti el polvo de las palabras muertas, lava tu alma en el silencio.»
¿Y los lectores de El libro de Urantia? ¿Cómo andamos de «ruido»?
Hemos tenido hace escasos días un encuentro de lectores en España, en Ciudad Real. Ha habido momentos de diálogo, debate, abrazos… y también la oportunidad de hacer silencio y meditar. Los organizadores no queremos descuidar este aspecto y siempre fomentaremos los momentos en grupo de más recogimiento.
También conviene recordar que el 12 de octubre de 1955 salió a la luz pública y se difundió el libro azul, de esto hace ya 68 años, más de medio siglo. Los reveladores sabían lo importante que era para nuestro progreso la lectura de estos documentos, y desde entonces no se ha cesado de publicar la quinta revelación, de traducirse a decenas de lenguas, de ser leído a solas y analizado en grupos, conferencias y encuentros por todo el planeta.
Es buena idea recordar las palabras iniciales del libro. En el Prólogo se formula la intención de expandir nuestra cosmovisión y desarrollo espiritual, aspectos cruciales en esta era de «ruidos»:
En nuestro esfuerzo por expandir la consciencia cósmica y elevar la percepción espiritual, es extremadamente difícil presentar conceptos ampliados y una verdad avanzada cuando estamos restringidos al uso de un lenguaje circunscrito del mundo. Sin embargo, tenemos el mandato de hacer todos los esfuerzos posibles para transmitir nuestros significados utilizando los símbolos verbales de la lengua inglesa. 0:0.2 (1.2)
Esta labor fundamental que formula el libro azul en sus comienzos no sería posible si no estuviera fijadas en el texto miles de ideas nuevas, rompedoras, expansivas. Un texto que puede ser releído cientos de veces, subrayado, resaltado en el papel. Un texto que, cada vez que se lee en diálogo silencioso se comprende mejor, se capta en mayores matices que no se vislumbraros en una primera lectura.
Los reveladores saben que esta comunicación tan inusual que se establece en la lectura, un acto íntimo y silencioso, va a ser posible no solo por el libro en sí mismo, sino también por la presencia interna de una chispa divina. Ahí está la clave de la comprensión del texto:
Aunque para acercaros a la presencia paradisiaca del Padre tengáis que esperar a alcanzar los niveles finitos más altos de progresión espiritual, deberíais regocijaros al reconocer la posibilidad siempre presente de comunión inmediata con el espíritu otorgado del Padre que tan íntimamente se asocia con vuestra alma interior y con vuestro yo en espiritualización. 5:1.3 (63.1), negrita añadida
Frente a las diferencias de parecer sobre lo que dice o no dice una palabra o un giro de El libro de Urantia, en este octubre que celebramos nuevamente la publicación del libro, volvamos a nuestro interior, a nuestra isla inexpugnable y escuchemos el silencio. Dejemos la mente ruidosa a un lado y disfrutemos escuchando el silencio.
El texto publicado hace ya 68 años es una puerta que, una vez abierta, una vez pasamos al otro lado, nos damos cuenta de que es un instrumento que nos lleva a descubrir que lo más importante de todo es el AMOR. Aunque realmente todo es una puerta, todo está abierto para llegar a nuestra esencia fundamental, que es amorosa. Una esencia amorosa que se trasluce en nuestros actos cotidianos, en nuestros encuentros de lectores, en la vida en general.
La consciencia del dominio del espíritu en una vida humana se acompaña enseguida de una manifestación cada vez mayor de las características del Espíritu en el comportamiento del mortal guiado por el espíritu, «pues los frutos del espíritu son el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la dulzura, la bondad, la fe, la mansedumbre y la templanza». Esos mortales guiados por la iluminación divina del espíritu, aunque pisan aún los humildes senderos del trabajo arduo y desempeñan con lealtad humana las obligaciones de sus cometidos terrenales, han empezado ya a percibir las luces de la vida eterna que brillan tenuemente en las remotas orillas de otro mundo… 34:6.13 (381.7), negrita añadida
No es suficiente que este espíritu se haya derramado sobre vosotros; el Espíritu divino debe dominar y controlar cada aspecto de la experiencia humana. 34:6.7 (381.1), negrita añadida
Atravesemos la puerta que es El libro de Urantia, descubramos con su lectura lo que siempre ha estado ahí, a nuestro alcance, a mano: el río que todos tenemos dentro. Lavémonos en el silencio, limpiemos las pequeñas diferencias escuchando nuestro interior, al igual que hacía nuestro querido Maestro:
Una de las razones por las cuales Pedro, Santiago y Juan, que acompañaron tantas veces a Jesús en sus largas noches de vigilia, nunca le oyeron rezar es que su Maestro casi nunca ponía sus oraciones en palabras habladas. Jesús hacía casi toda su oración en silencio: en su espíritu y en su corazón. 144:4.10 (1621.9), negrita añadida
Nadie dijo que la vida fuera fácil, pero aquí estamos, y estamos acompañados por el mejor compañero de viaje. Y es que realmente nunca estamos solos.