Editorial – julio 2023

Escuchar

Os damos la bienvenida a este nuevo número del boletín Luz y Vida de la Asociación Urantia de España. Nuevas reflexiones, descubrimientos, materiales de estudio, recomendaciones de vídeos o de audios, reseñas de actividades, etc., os esperan cada mes en esta revista digital que os regalamos para que la disfrutéis en vuestra casa. Es un medio de comunicación que demuestra que el movimiento Urantia está vivo, es diverso y está abierto a la reflexión y el crecimiento personal. Disfrutad de su lectura y compartidla con cuantas personas creáis les pueda ayudar o gustar. En agosto haremos una pausa vacacional en nuestra cita mensual, para volver en septiembre con nuevas energías y nuevas noticias.

Comencemos juntos esta nueva singladura este mes de julio. Acompáñanos en este viaje por El libro de Urantia y sus fascinantes matices.

Narra Pablo d’Ors, sacerdote del hospital madrileño Ramón y Cajal durante muchos años y ahora maestro de meditación, esta anécdota verídica:

Dos mujeres habían ingresado al hospital y Pablo escuchó este diálogo en el umbral de la habitación donde estaban, cada una en su cama:
—Estoy aquí porque me he roto la pierna —dijo una.
—Yo estoy aquí porque me he roto la cadera —decía la otra.
—A mí me atiende el doctor Pérez —decía la primera.
—A mí me atiende el doctor Carvajal —decía la segunda.
—Esta tarde va a venir mi marido —continuaba la primera.
—Esta tarde viene mi hijo a verme —decía la segunda.

Y así continuó el «diálogo» durante un rato, sin que nadie mostrara interés o ganas de escuchar lo que decía la otra persona. Se aprovechaba el silencio para meter baza y decir lo propio. Era evidente que no había ningún interés por la otra persona.

Esta anécdota muestra el drama cotidiano de «compartir vivencias» sin que nadie tenga deseo de escuchar de verdad al otro. Porque ESCUCHAR es el gran TEMA de nuestra vida. No sabemos escuchar, no sabemos mirar, no sabemos cómo es la REALIDAD de verdad. Vivimos en una ficción, en una imagen que tenemos en nuestra propia mente y actuamos de forma que nada perturbe esa imagen que tenemos.

En El libro de Urantia leemos sobre Jesús de Nazaret este proceder insólito:

Editorial jul23-2Para entonces Ganid había empezado a darse cuenta de que su tutor empleaba su tiempo libre en este insólito ministerio personal a sus semejantes, y quiso averiguar el motivo de esta permanente actividad. Preguntó: «¿Por qué te dedicas todo el tiempo a hablar con extraños?». Jesús respondió: «Ganid, para alguien que conoce a Dios ningún hombre es un extraño. En la experiencia de encontrar al Padre del cielo descubres que todos los hombres son tus hermanos, y ¿qué tiene de raro regocijarse con la compañía de un hermano recién descubierto? Tratar a nuestros hermanos y hermanas, conocer sus problemas y aprender a amarlos es la experiencia suprema del vivir». 130:2.6 (1431.1)

Esta estrecha vinculación con sus semejantes, jóvenes y viejos, judíos y gentiles, fue la que le brindó la oportunidad de conocer a la raza humana. Jesús estaba muy bien educado en el sentido de que entendía a fondo a los hombres y los amaba entrañablemente. 123:5.8 (1363.1)

Vemos cómo todo un Dios creador viene a la Tierra y no se muestra avasallador en su poder supremo, sino cercano y amable, amistoso y comprensivo ante nuestros problemas y vivencias. «Entendía a fondo a los hombres y los amaba entrañablemente». Hablaba y escuchaba a toda clase de personas: caravaneros, prostitutas, un emperador, pescadores o niños pequeños. Todos los seres humanos le interesaban.

Existe una definición muy interesante de ESCUCHAR: acoger lo que el otro dice, pero sin cargarlo intelectual ni emocionalmente. Definición que propugna el jesuita Franz Jalics para promover el silencio, la meditación y la escucha verdadera. Es muy corriente que si alguien nos dice «estoy triste» le digamos a esa persona algo así como: «no estés triste, tienes unos hijos maravillosos», racionalizando las circunstancias de esa persona. O puedo decir en mi cabeza «pobrecillo», cuando ese «pobrecillo» tiene nuestra carga emocional y no lo hemos escuchado en pureza. Hemos introducido en la escucha una parte propia que no está en la otra persona.

Profundicemos un poco en este tema tan importante como es la ESCUCHA. Nos puede ofrecer reflexiones profundas e inspiradoras para nosotros, lectores de El libro de Urantia.

Pablo d’Ors analiza estas cinco convicciones respecto a la escucha:

  1. No podemos dar lo que no tenemos

 No podemos escuchar a los demás si no nos escuchamos a nosotros mismos. Si me siento en silencio y quietud, esto nos transforma. Sí, algo tan sencillo. Nuestra sociedad se caracteriza ahora por una mayor conexión con el exterior (móviles, Internet), pero menos conexión con el interior. Vivimos en el envoltorio y no nos conocemos, ignoramos el tesoro que anida en nosotros. Si me conozco me puedo amar, porque si no me amo como hijo o hija de Dios no amo a los demás (no puedo dar lo que no tengo). Si no me amo, no nos enteramos de qué va la vida. Precisamente la vida va de amar, y si no estamos en la vida no vislumbramos ese misterio que es Dios. Solo vemos unos dogmas, rituales, creencias que están allá fuera de nosotros. No escuchamos al Dios vivo, no vemos esa fuente interior que Jesús nos exhortaba constantemente que buscáramos.

Jesús exhortó a sus seguidores a ejercitar una fe experiencial. Les advirtió que no dependieran del mero asentimiento intelectual, de la credulidad ni de la autoridad establecida. 140:4.9 (1572.9)

Editorial jul23-3… yo os declaro que mi Padre que está en el Paraíso gobierna de hecho un universo de universos mediante el poder persuasivo de su amor. El amor es la más grande de todas las realidades del espíritu. La verdad es una revelación liberadora, pero el amor es la relación suprema. 143:1.4 (1608.1)

2. Rectitud de intención

Si tienes que escuchar, escucha gratuitamente, sin pretensión personal. ¿Escucho para que me den afecto o seguridad? ¿Busco algo personal en la escucha? Jalics dice con cierta ironía (era sacerdote): «es muy difícil ser amigo de un cura». Te escucha y quiere que vayas a misa, que ayudes en la catequesis, etc.

Solemos escuchar por el proselitismo de convertir al otro, de traerlo al propio terreno. Sin embargo, si dejo libre al otro, ahí puede haber escucha gratuita, puedo escuchar su núcleo y no su superficie. Jesús, profundo conocedor de las personas, observa al ser humano y ve su súplica de ayuda, incluso aunque no la sepa expresar, pues él sí es capaz de escucharla, sin buscar nada para sí:

«Pero… si no te he pedido nada». Jesús le contestó poniéndole suavemente la mano en el hombro: «No, hijo, no con palabras, pero apelaste a mi corazón con tu mirada anhelante. Muchacho, para alguien que ama a sus semejantes, tu actitud de desesperanza y desaliento es una clara petición de ayuda». 130:6.2 (1437.2)

3. El mejor servicio es ayudar al otro a creer en sí mismo

Ayudamos al otro si le ayudamos a creer en sí mismo, que por sí mismo crezca. ¿Cómo puedo yo creer en el otro? Solo si conozco mi fondo, conozco el fondo del otro. Ahí, en el fondo, nos vemos todos. En mi fondo veo el fondo del otro y es algo bueno. Creer en el otro y darle autonomía personal parece muy interesante, pero ¿cómo se entrena?

Editorial jul23-1

Existe una técnica extraordinaria: la que Carl Roger, famoso psicoterapeuta americano, llamaba «devolución» o «reflejo»: escucho al otro y le devuelvo o reflejo lo escuchado, sin carga emocional o intelectual, algo que no solemos hacer. Un ejemplo podría ser este diálogo entre un padre con un amigo:

—Estoy triste —dice un padre.

La devolución sería decir simplemente:

—Ah, estás triste.

—Sí, estoy triste porque mi hijo se ha marchado —añadiría ese padre.

La otra persona le devolvería algo así como:

—Vale, tu hijo se ha marchado.

—Sí, se ha ido con unos amigos que no me gustan —seguiría hablando el padre.

En este diálogo, lo que va a ayudar a ese padre es SU propia respuesta, no la mía. Esto requiere paciencia con el ritmo de la otra persona y no introducir mis respuestas o soluciones. Requiere de humildad para ver cómo se va gestando su respuesta.

No hay que darle a la otra persona una respuesta generalizadora como «claro, estás triste porque la juventud no tiene valores», o tal vez moralizadora como «no tienes que estar triste», filosófica como «la tristeza azota a la humanidad desde hace siglos», tranquilizadora como «no te preocupes, mañana se arreglará todo», indagadora como «¿por qué estás triste?». Son ejemplos de nuestros diálogos cotidianos, pero de esa manera no ayudamos: ayuda actuar como un frontón, hacer devolución y que el otro trabaje.

4. Ve directamente al núcleo de la cuestión

Un diálogo es espiritual si va al centro, a lo esencial. Si no, NO lo es. Con frecuencia estamos en lo anecdótico, lo superficial. La cultura actual solo busca el entretenimiento, la diversión, no entrar en el paisaje interior. Nos cuesta ir al centro de las cosas, pero ahí es donde nos encontramos todos. La superficie, la forma, genera conflictos, divisiones. En la superficie se observa que hay personas tontas y listas, de derechas y de izquierdas; pero si vamos al fondo, todos somos iguales. El fundo tuyo, lector que ahora me lees aunque no te conozcas, es igual al mío. Jesús hablaba igual con una prostituta que con un comerciante chino, no se quedaba en la forma sino en el fondo. Esa mirada se comportaba con libertad, mirando al corazón, al núcleo, sin prejuicios.

Editorial jul23-45. Sin silencio no hay espiritualidad

Lo mejor de todo lo dicho anteriormente son los silencios entre palabras, o en nuestro caso, los espacios en blanco en el papel o en la pantalla, pues vosotros, lectores, podéis acoger lo dicho. Aquí no se trata de ser como el telediario que bombardea sin pausa. Si alguien habla de corazón habla despacio, con lentitud, y ahí hay consciencia, hay un acto humano. Está la alegría de un momento nuevo. En el diálogo con otros seres humanos se crean frases a cada momento. No se copia, se recrea con los detalles y cada instante es nuevo, diferente. Vivir despacio es clave, pues nos sana. Si hiciéramos una actividad al día despacio (lavar los dientes despacio, lavar platos despacio, hablar despacio, etc.) descubriríamos un mundo nuevo, algo sanador en esa quietud, en ese silencio.

Jesús era particularmente reacio a orar en público; los doce le habían oído orar muy pocas veces hasta ese momento. Observaban que pasaba noches enteras orando o adorando y tenían mucha curiosidad por conocer su método o su forma de orar… 144:3.13 (1620.11)

El libro de Urantia nos habla de buscar el silencio y la soledad, y en ese silencio y soledad es posible abrir nuestra vasija o mente para recibir los regalos divinos.

La oración no mueve al corazón divino a otorgarse generosamente, pero cava muchas veces canales más amplios y más profundos por los que los otorgamientos divinos pueden fluir hasta el corazón y el alma de los que se acuerdan de mantener una comunión ininterrumpida con su Hacedor mediante la oración sincera y la verdadera adoración. 194:3.20 (2065.8)

Estas cinco condiciones posibilitan un diálogo de verdad. No es intercambio de opiniones sino diálogo, es caminar juntos hacia la verdad. No es decir lo mío y tú lo tuyo, sino que nace algo nuevo y es la vida lo que surge: la verdad. Cuando dos personas dialogan y se escuchan de verdad no hay exclusión que dinamite la verdad. Llegamos a una verdad viva.

Editorial jul23-5Y para concluir y reflexionar, os cuento esta pequeña historia de dos personas:

Por el bosque van caminando dos personas. Una recibe un flechazo y la otra corre a socorrerla, pero quien está en el suelo sangrando le dice:

—Espera, me gustaría saber quién ha disparado la flecha.

La otra persona quiere taponar la herida, pero el herido le vuelve a decir:

–Espera, también quiero saber desde dónde me la han lanzado.

Y al tercer intento de ayudar, el herido le dice a su amigo:

—Espera, no me ayudes, quiero saber la composición de la madera de la flecha.

El otro le dice:

—Creo que eres tonto, ¡si te estás muriendo! Déjame ayudarte.

Aquí observamos dos actitudes: el que especula, el que es teórico, y el que busca la acción, actuar. Es lo que hacemos todos, pensar y hacer. Todos somos esos dos hombres, pero además de esas dos actitudes cabe otra diferente. Sí, hay una tercera. Alucinante. Es misteriosa e incomprensible. Mirar la herida, mirar la flecha. Junto a la acción y el pensamiento, cabe la contemplación, abrirte a la escucha de lo que está ocurriendo de verdad.

¿Por qué es importante mirar la flecha? Porque mirando la flecha bien, puedes descubrir que el arquero eres tú. ¿Por qué me he disparado yo mismo una flecha? Los demás me pueden hacer daño con insultos, un robo o un golpe y en ese caso soy la víctima, pero nos damos cuenta de que aunque ellos hacen algo mal, yo le he dado a ellos la flecha, les he dado a otros la posibilidad de dañarme o perturbarme. En el silencio, en la escucha interior, en la contemplación, lo puedo descubrir.

Así de importante puede ser la escucha de uno mismo.