Editorial – junio 2024

Editorial mayo 24-1La sabiduría escondida de Dios

Queridos amigos lectores del boletín Luz y Vida: bienvenidos todos, un mes más, a este espacio para analizar, debatir, difundir y compartir las extensas enseñanzas del libro azul.

En el boletín del mes de junio encontraréis un pequeño «banquete» con tal diversidad de «alimentos» que esperamos los podáis disfrutar a lo largo de este mes. Tenemos cuatro interesantes trabajos que nos harán reflexionar y abrir más nuestra mente:

  • Preguntas y respuestas a los comentarios sobre el Prólogo, un trabajo de Bill Sadler.
  • La verdadera religión, de Olga López
  • Publicidad y El libro de Urantia, de Jeffrey Wattles
  • La creación según El libro de Urantia, estudio de Juan Pomares.
  • Continuamos con el relato en formato periodístico de la vida de Jesús, «Crónica de la vida de Jesús» (documento 156)
  • La Guía de El libro de Urantia para niños llega a cuando Jesús tenía 19 años
  • Os recomendamos un libro de crecimiento espiritual: Despierta, del sacerdote indio Anthony de Mello.
  • Audio recomendado: Reflexiones sobre la parábola de la semilla de mostaza (del espacio «Luz y Vida» de Radio Urantia)
  • La poesía y la reflexión nos visitan en la sección «Navegando por la vida», con el breve cuento «El elefante encadenado»
  • Este mes nos habla en «Mi párrafo favorito» Sebastián Nozzi.
  • El cuestionario urantiano nos lo responde Romualdo Soler González, del grupo de estudio de Málaga.
  • Os recordamos que estamos más cerca de vernos de forma presencial en el XX Encuentro de lectores de El libro de Urantia en España, en Toledo.
  • Víctor García presentará «El concepto de la educación en El libro de Urantia» en la serie de presentaciones «En el foco» de la UBIS.

No albergamos duda alguna: aquí estamos (lectores y «escritores» del boletín) convocados en Su nombre, y Él, entre nosotros.

Así reflejaron Jesús y Ganid su versión de las perlas de las enseñanzas del hinduismo. Así reflejaron la belleza de nuestra unión con nuestro Creador.

Que nuestros límites mentales no nos cieguen. Que los influjos de un mundo sumido en las cosas materiales no nos impidan darnos cuenta de esta unión. Reunidos un mes más, una vez más, percibamos el amor a raudales con el que nos envuelve, el acompañamiento sutil que nos proporciona y la fuerza que nos insufla para que se abra nuestro corazón, se avive nuestra alma, se expanda nuestra mente y germine en nosotros la semilla exquisita de la sabiduría.

¿Sabiduría? Sí, la sabiduría de Dios escondida, que ninguno de los dominadores de este mundo alcanzará a conocer.

Pablo lo expresó así en una carta:

«Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.
Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado.
Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor;
y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder,
para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.
Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria,
la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.
Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.»

(Primera Carta a los Corintios, 2:6-9)

 

Editorial mayo 2024-3Estos pasajes recalcan la existencia de una sabiduría de Dios escondida que ninguno de los dominadores de este mundo ha alcanzado a conocer, ni conocerá. Una sabiduría que no se puede expresar ni entender con palabras aprendidas de la sabiduría humana.

Pero esta sabiduría vedada a los que se ciñen solo a la esfera material está plenamente a disposición de otras personas, personas con características tales como:

1) Tener una visión trascendente de la vida y la existencia

¿No sabes que el Dios del cielo ha enviado su espíritu para vivir dentro de ti, y que este espíritu conducirá a todos los mortales amantes de la verdad y servidores de Dios allende esta vida y a través de los pórticos de la muerte hasta las alturas eternas de la luz donde Dios aguarda para recibir a sus hijos? 133:4.4

2) Mostrar una sed de verdad, buscarla incesantemente

El amor a la aventura, la curiosidad y el horror a la monotonía, que son rasgos inherentes a la naturaleza humana en evolución, no se pusieron ahí solo para exasperaros e irritaros durante vuestra corta estancia en la tierra, sino más bien para sugeriros que la muerte no es más que el principio de una carrera sin fin de aventuras, de una vida sempiterna de expectativas, de un viaje eterno de descubrimiento. 14:5.10

Si mis palabras permanecen en vosotros y estáis dispuestos a hacer la voluntad de mi Padre, seréis realmente discípulos míos. Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. 162:7.2

Editorial mayo 2024-23) Humildad, sin egos ni autocomplacencias

Jesús oró así de pie al borde del agua: «Padre, te doy las gracias por estos pequeños que ya creen a pesar de sus dudas. Por ellos me he apartado para hacer tu voluntad. Que aprendan ahora a ser uno como nosotros somos uno».137:6.6

En verdad, en verdad os digo que si no cambiáis y os hacéis más como este niño, progresaréis poco en el reino de los cielos. Todo aquel que se humille y se haga como este niño será el más grande en el reino de los cielos. El que reciba a un niño como este a mí me recibe, y el que me recibe a mí recibe también a Aquel que me envió. Si queréis ser los primeros en el reino, tratad de ofrecer estas buenas verdades a vuestros hermanos en la carne. 158:8.1

Si tenemos en mente estas tres características fundamentales, cabe decir que no abundan, precisamente, personas con dichas características en nuestro mundo. No se trata de enjuiciar a nadie ni a nada, solo se trata de describir la vigente generación humana. Basta con mirar a nuestro alrededor.

Actualmente, la espiritualidad y la trascendencia están expulsada de nuestras vidas cotidianas. Al menos en los medios de comunicación masivos y en muchas redes sociales. Entonces, ¿qué queda?

«Pues un uniformismo materialista disfrazado de teóricas opciones personales tan vanas como inconsistentes y también una globalización que arrasa los principios y fundamentos relevantes, y extiende y asienta los falsos valores del rebaño. Esto nos acerca a la condición de “suicidas” pues la condición humana cae en una insensata dinámica: se desconecta de la divinidad que atesora en su interior, que es precisamente la que le da la vida. O lo que es lo mismo, se trata de vivir ajenos al verdadero ser y a la auténtica naturaleza humana.» (Emilio Carrillo)

Este materialismo exacerbado («Dios ha muerto», decía Nietzsche) no tiene que ver con el creciente abandono de las religiones que han tergiversado y manipulado la espiritualidad con ceremonias, credos y castas sacerdotales. Estamos hablando, más bien, de desterrar la Espiritualidad con mayúsculas, con independencia de la religión establecida y estructurada en un culto de la que hablemos. Se trataría de abandonar la forma de ser y de vivir rechazando la trascendencia y lanzándose en brazos de lo perecedero y superficial.

Nietzsche denominó «los últimos hombres» a quienes caen en esa dinámica. Son personas pusilánimes que, expuestas a los caprichos del mercado y renunciando a lo espiritual, profesan el nuevo culto de la indolencia, la imagen y la comodidad; dan la espalda a ideales transformadores y desafiantes; se encadenan a las apariencias y olvidan la esencia; se muestran miedosos ante la vida y ante la muerte.

Y estos «últimos hombres», presos del materialismo y alejados de cualquier trascendencia, ¿qué interés podrían tener en la sabiduría de Dios escondida y en el significado profundo de las enseñanzas de Jesús de Nazaret? ¿Cómo se podría hablar con ellos sin despertar su menosprecio y desdén?

Ante ello, lo primero que podemos hacer es desarrollar el amor hacia ellos con humildad, sin despreciarlos o minusvalorarlos, sino reconociendo también nuestros límites y nuestra pequeñez en el escenario cósmico en el que nos movemos. Este amor implica respetar su propio proceso evolutivo y estado de consciencia, lo cual no significa que justifiquemos el dolor que su materialismo produce en tantos seres vivos inocentes (humanos y animales).

«Debemos reconocer nuestros límites y lo pequeños que somos. La humildad no es debilidad, el humilde no es débil. Se puede ser humilde y fuerte. Sin embargo, cuando la debilidad se muestra como humildad, es una falsa humildad. Existen muchos falsos humildes que, en realidad, son débiles. La fuerza de la humildad se encuentra en el silencio, en el poder del silencio. No debemos publicitar siempre nuestros logros o éxitos, no necesitamos propagar la información a todo el mundo; ya sabemos quiénes somos y cuáles son nuestras fuerzas. El silencio es producto de la humildad.  No podemos sostener una baja autoestima como forma de humildad. El humilde no tiene baja autoestima, pero tampoco se autoidolatra. El humilde encuentra el equilibrio a través de una humildad cariñosa. El amor en la humildad me otorga la conciencia de que no puedo ser humilde si no amo a los demás.» (Mario Saban)

Por tanto, hablamos de manifestar, mostrar en nuestra vida las enseñanzas del Maestro sobre el Amor a nuestros hermanos. Algo que un día triunfará en nuestro planeta, transformará por completo nuestro mundo:

Editorial mayo 2024-4Sin embargo, la Sabiduría de Dios escondida, incluso la más honda y profunda, está al alcance de todos los seres humanos que, libres de los grilletes del materialismo y su ceguera asociada, estén dispuestos a escuchar su Espíritu, llenar su vida de humildad amorosa y estar siempre en incesante búsqueda de la Verdad. No es de extrañar que hace dos milenios, hubiera tan pocas personas que estuvieran en condiciones de recibir estas enseñanzas de Jesús, esta maestría tan profunda. ¡Cuántas veces reprendió el Maestro a sus apóstoles sus creencias preestablecidas y su falta de comprensión de las nuevas enseñanzas que les mostraba día tras día!

Pero hay esperanza. La fuerza espiritual divina sigue presente ahora, sigue actuando en los seres humanos y es la que nos puede guiar hacia la senda de la verdad total que abrió Cristo Jesús: «Y, en caso de que te desvíes a la derecha o a la izquierda, oirás con tus propios oídos estas palabras detrás de ti: “Este es el camino. Anda en él”» (Isaías, 30: 21)

Este cambio tan importante en nuestra forma de ser que nos planteó el Maestro lo denominó «nacer de nuevo», nacer del Espíritu. Pablo lo dijo así: «Vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mí». (Carta a los Gálatas 2,20)

Si escuchamos este Espíritu que está en nosotros, nos guiará hacia prácticas de vida acordes al camino del Maestro, nos renovará por dentro y veremos sus frutos en el exterior, en nuestras conductas:

  • Confía en la vida, no te angusties por nada, tampoco por el día siguiente: busca el Reino y su justicia.
  • No juzgues a nadie y empieza por ti mismo.
  • Pide, busca y llama con insistencia a la puerta para avanzar en el sendero espiritual.
  • Sé misericordioso mediante la compasión ante los sufrimientos ajenos y el perdón.
  • Reconcíliate con quien tenga una queja contra ti.
  • Cuando ores, no repitas lo mismo una y otra vez.
  • Por sus obras los conoceréis y os conoceréis.
  • Destierra de tu vida cualquier tipo de hipocresía y fingimiento y ejercita la humildad.
  • Ten un corazón puro, pues donde está tu tesoro, allá está tu corazón.
  • No tengas miedo de las aflicciones y comprende la función de las noches oscuras.
  • Practica la pobreza de espíritu tomando conciencia de tus necesidades espirituales y aspirando a que el Espíritu de la Verdad te ayude a refrescar y poner en práctica las enseñanzas divinas.

Y así, podríamos ir desgranando más actitudes y conductas extraídas de las enseñanzas del Maestro. Se trataría de desarrollar una nueva visión de la Creación y una práctica de vida cotidiana que propicie la «cristificación» del ser humano. No es que emulemos a Cristo, sino más bien sería transfigurarnos para «nacer de nuevo», plasmando esa imagen de Cristo de instante en instante en nuestras vidas. Reiteramos lo que afirmaba Pablo hace siglos:

«Vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mí.» (Carta a los Gálatas 2,20)

Un Maestro de la naturalidad y la humildad, un Cristo que actuaba así:

La mayoría de las cosas realmente importantes que dijo o hizo Jesús parecieron ocurrir «a su paso» por casualidad. Había muy poco de profesional, planificado o premeditado en el ministerio terrenal del Maestro. Dispensó salud y repartió felicidad con gracia y naturalidad mientras viajaba por la vida. Fue literalmente cierto que «anduvo haciendo el bien». 171:7.9

Editorial mayo 2024-5Por tanto, la humildad y el amor profundo, siguiendo al Maestro, es lo que puede remover a esta generación aparentemente tan alejada de la espiritualidad. Pongámonos es Sus manos infinitas, día a día, momento a momento… Él sabe, Él tiene ese conocimiento que desconocen los poderosos, Él tiene la sabiduría que no conoce este mundo.

Hace mucho tiempo, había tres árboles en una colina de un bosque. Hablaban acerca de sus sueños y planes de futuro.

—Algún día seré cofre de tesoros. Estaré lleno de oro, plata y piedras preciosas. Todos verán mi belleza —dijo el primer árbol.

El segundo árbol dijo:

—Algún día seré un gran barco donde viajen los más grandes reyes y reinas a través de los océanos. Todos se sentirán seguros por mi fortaleza y mi poderoso casco.

Finalmente, el tercer árbol dijo:

—Yo quiero crecer para ser el más alto de todos los árboles en el bosque. Así estaré cerca de Dios. Seré el árbol más grande de todos los tiempos y la gente siempre me recordará.

Durante años, los tres árboles oraban a Dios para que sus sueños se convirtieran en realidad.

Un día, un leñador los taló y se los vendió a unos carpinteros. Con el primer árbol hicieron un cajón de comida para animales y fue puesto en un pesebre y llenado con paja. Se sintió muy mal pues eso no era lo que él había pedido tanto.

El segundo árbol fue cortado y convertido en una pequeña barquita de pesca, y fue puesto en un lago. Sus sueños de ser una gran embarcación habían llegado a su fin.

El tercer árbol fue cortado en largas y pesadas tablas y lo abandonaron en la oscuridad de un almacén.

Al verse así, los tres árboles sintieron que sus planes habían fracasado.

Sin embargo, una noche, una joven pareja judía, José y María, llegaron a un establo y pusieron al niño Jesús en el pesebre. Entonces el primer árbol descubrió que había contenido el mayor tesoro de la humanidad.

Años más tarde, Jesús y algunos discípulos subieron a la pequeña barca para cruzar al otro lado del lago de Galilea. Cuando llegaron a Cafarnaúm, desde la barca, Jesús habló largo rato a las multitudes. Y el segundo árbol descubrió que llevaba al Rey de todos los reyes y Señor de señores.

Finalmente, alguien cogió dos de las tablas que estaban en el almacén y sobre ellas crucificaron a Jesús. Cuando llegó el domingo, Jesús resucitó y el tercer árbol sintió que había estado más cerca de Dios de lo que nunca pudo imaginar.

Cada árbol consiguió lo que había soñado, aunque no de la forma que habían planeado.

No siempre sabemos lo que Dios planea para nosotros, solo sabemos que sus planes siempre son los mejores y solamente Él los conoce. Esa es su sabiduría maravillosa. Confiemos en ella, en la maravillosa sabiduría escondida.