Otros libros de crecimiento espiritual

El cuarto caminoEl cuarto camino (P.D. Ouspensky)

Dicen que lo que más desconocemos es nuestro mayor enemigo, y una de las cosas que más desconocemos es a nosotros mismos. El conocimiento de uno mismo nos lleva al dominio de nosotros mismos. Jesús ya nos dijo algo al respecto en la sección 2 del documento 143, titulada «La lección sobre el dominio de sí mismo».

P.D. Ouspensky fue alumno del conocido maestro místico George Ivanovich Gurjieff. En este libro, el autor nos introduce en la dimensión del conocimiento de uno mismo a base de preguntas y respuestas. A pesar de que haya conceptos que hayan podido quedar desfasados con el paso del tiempo, su lectura resulta interesante para poner a prueba nuestro discernimiento.

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El arte de bendecirEl arte de bendecir (Pierre Pradervand)

Para vivir la espiritualidad en la vida cotidiana

¡Qué hermoso pleonasmo! En efecto, o la vida espiritual se vive en la vida cotidiana, en el crisol de las experiencias frecuentemente tan vulgares —la oficina, la fábrica (¡todavía existen algunas!), el huerto, lavando el coche o fregando los platos, en los negocios o en la intimidad conyugal, en el autobús o en la calle, en el sufrimiento y en el gozo— o no tiene realmente ninguna razón de ser.

Partiendo de una experiencia espiritual personal, el autor subraya la existencia de unas leyes espirituales universales en las que todos podemos descansar plenamente seguros. La más elevada de todas ellas es la del amor incondicional, que debemos practicar tanto con nosotros mismos como con los demás. Y ofrece un instrumento privilegiado, el simple arte de bendecir, para hacer concreto y eficaz en todo momento ese amor incondicional que, al ser expresión de la unión con el Amor supremo, salva la vida llevándola a su cima. Brota entonces una espiritualidad de todos los instantes, una espiritualidad para todos, que no necesita -aunque tampoco los rechaza- templos, ni lugares sagrados, ni circunstancias particulares para expresarse y vivirse: ser espiritual se convierte en un estado de conciencia, en una manera de ser a imagen y semejanza del Amor incondicional que nos ha dado la vida y nos sostiene en ella para que, en armonía con Él, llenamos de creatividad positiva todas las circunstancias de nuestra vida y de nuestras relaciones.

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